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Jue, Abr

“El saber dónde está, calma el dolor”: familia de ecuatoriana hallada en Cartagena

Embarcaciones de la Armada Nacional en la búsqueda del cuerpo.

Nacional
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Han sido días de angustia, de dolor, de inmensa tristeza y profunda amargura para Carlos Marchán y la familia Porras Izurieta en Ecuador, Adriana Paola y Víctor Hugo. El 21 de diciembre de 2016 marcó el inicio de una tragedia, que a diferencia de otras tantas aún no termina ni siquiera con el hallazgo del cuerpo que quedó sepultado 73 metros bajo el mar.


La cinta de ese fatal día ha de repetirse una y otra vez en las memorias de Carlos y su hija Estefanía, que vieron impotentes cómo el mar se tragaba la lancha en la que iban, llevándose consigo la vida, sueños y alegría de Elsa Marina Izurieta, quien con 73 años iniciaba una nueva vida al lado de Carlos, luego de haber enviudado varios años atrás. La fecha especial previa a la Navidad y el año Nuevo, el paseo que disfrutaban gracias a la generosidad de una familia norteamericana, y la distancia de sus dos hijos que esperaban con ansiedad ver de nuevo a su mamá en la mitad del mundo, condimentaron aún más esta tragedia, que tendría su siguiente episodio el 7 de enero del año siguiente.

Tras 18 días de lágrimas, y ardua búsqueda infructuosa por parte de la Armada Nacional, finalmente encontraron a Elsa Marina, donde se sospechaba. Estaba atada a la lancha ‘Gente de Mar III’, de donde se montó y nunca se pudo bajar ni aún en la mitad del océano, ni aún 73 metros bajo el azul profundo de las islas del Rosario.

Durante esos días la familia de Elsa Izurieta vivió un aténtico calvario. De Ecuador, vinieron a pisar la ciudad Heroica Victor Hugo y Adriana Paola, hijos de Elsa y su primer esposo, quien murió hace algunos años. Para ellos fue terrible, encontrarse con llorar la partida también de su mamá, en una ciudad a la que soñaron venir pero a derramar risas en lugar de lágrimas.

Recorrieron la escena, desafiaron al cruel mar que días antes les arrebató lo que más querían. Mantuvieron hasta el último instante la esperanza de hallarla con vida, quisieron ser buzos, pilotos de helicóptero o capitanes de embarcaciones para tomar el lugar de la Armada y encontrarla por sí mismos. Desconsolados volvieron a la mitad del mundo, sintiendo que dejaban en Cartagena la mitad de su vida en tan sólo algunos días. Llorando la partida también quedaron el hoy viudo Carlos y su hija Estefanía, que presenció el hecho y sólo quiso tener una vida más, para sumergirse y buscar en el momento del volcamiento a Elsa Marina, antes que la arrebatara el mar.

18 días de dolor, pero a la vez de esperanza, por efímera que fuera, terminaron con el anuncio de la autoridad colombiana. Encontraron a Elsa Marina, bajo el mar, con su maltrecho cuerpo en delicadas condiciones. Como si ya no fuera suficiente tanto dolor y sufrimiento, Adriana, su hermano Víctor y Carlos Marchán, enfrentan otra encrucijada: qué hacer con el cuerpo de Elsa.

Según la Armada sacarla de allí, traerla a la superficie para que se le dé cristiana sepultura, tiene unos riesgos para quien lo haga y para el cuerpo mismo de la señora Izurieta. Las corrientes submarinas, las diferencias de presión y otras incomodidades propias del señor mar, hace que exista la posibilidad de dejarla allí. En medio de ese azul profunda que despierta tanta admiración, y a la vez infunde tanto respeto. Adriana, valientemente enfrenta la situación y explica cada detalle, no se guarda nada, ni los reclamos por escribir mal el nombre de su mamá o la impertinencia de algunos que en plena tragedia quisieron incomodar. En su relato, se siente la angustia y se huele el dolor, ya se va para la misa dominical, desde Ecuador, donde contó cada detalle de esta historia, termina diciendo que “saber al menos dónde está, calma en algo el dolor y la angustia de este tiempo”.


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