Malaria amenaza el Pacífico colombiano

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“La migración de venezolanos, y en algunos casos su llegada a la minería ilegal de oro, ha influido en el aumento de los casos de malaria en el país desde 2015, sobre todo en municipios como Guapi, en la costa Pacífica”.

 

Esta es la conclusión del profesor Vladimir Corredor, de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional (UN), después de realizar algunos análisis de sangre en un grupo de pacientes diagnosticados en esa población caucana, cuyos detalles recogió la agencia de noticias de la UN.

Según el reporte, Guapi es el segundo municipio más afectado en el departamento del Cauca por esta enfermedad, con 83 casos, después de Timbiquí con 289 casos, según el Sistema Nacional de Vigilancia en Salud Pública (Sivigila), que registra 422 casos.

“Las migraciones están muy relacionadas con el problema de la minería ilegal. En los últimos años se ha disparado el problema y así lo registramos en las muestras tomadas por profesionales de la Secretaría de Salud del departamento, en las que evidenciamos que algunas de estas vienen de Venezuela, a más de 1.500 km de distancia”, comentó el docente.

Según explicó, cuando la minería entra abre pozos que se convierten en criaderos de mosquitos, lo que aumenta su densidad, y por lo tanto crece la circulación del parasito. Si llegan migrantes de sitios lejanos, estos a su vez pueden traer variantes genéticas de estos parásitos que no se han visto aquí y que posiblemente tienen resistencia a medicamentos antimaláricos.

Débil red de diagnósticos

Los casos aumentaron por la presencia de los parásitos Plasmodium vivax y Plasmodium falciparum, ambos transmitidos por el mosquito Anopheles, especialmente el segundo, que es el más virulento. Se considera que la causa de este aumento se debe a que el país ha debilitado la red de diagnósticos de tratamiento.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los casos de malaria en Venezuela han aumentado de manera constante en los últimos años: de casi 36.000 en 2009 a más de 406.000 en 2017.

Así mismo un documento oficial elaborado por la Organización Panamericana de la Salud, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (Onusida) y el Ministerio de Salud de Venezuela reporta que esta epidemia persiste en más de nueve estados venezolanos.

Datos del 1 de enero y 14 de julio de 2017, comparados con las mismas fechas de 2018, registraron un aumento en los casos de malaria, que pasaron de 449 a 858, según el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia.

Mineros, foco de infección

“En Guapi hemos visto que los picos epidémicos están muy relacionados con la minería, pues muchos de los mineros no pertenecen al régimen subsidiado, entonces si no hay un sistema de control en esos sitios, el problema va a persistir. Se necesita un mecanismo de control capaz de llegar a ese blanco de la infección, que son los mineros ilegales”, añadió el investigador.

En ese sentido, desde la academia se propone mejorar la red de microscopía en los hospitales públicos, exigirle más a la red privada y mejorar los sistemas de control, entre ellos las unidades de diagnóstico móvil, para que se trasladen a los sitios donde se presentan los picos epidémicos.

El académico de la UN señaló que otra de las grandes problemáticas es que los antimaláricos se están volviendo cada vez más resistentes porque los pacientes utilizan medicamentos que no han sido formulados por los profesionales de la salud, o utilizan el que no corresponde con el tipo de parásito.

Para la malaria por Plasmodium falciparum se utiliza el medicamento Arteméter y lumefantrina, derivado de Artemisinina, una droga muy importante por su rápida acción, y para el tratamiento de malaria por Plasmodium vivax se utilizan Cloroquina y Primaquina.

“Lo que estamos viendo es que las personas contagiadas por Plasmodium falciparum están usando de manera no recomendada otras drogas, entre ellas Cloroquina y la combinación Sulfadoxina-pirimetamina, lo que ha generado la resistencia a la Artemisinina, que en últimas significaría un fracaso muy grande del tratamiento si esos parásitos se diseminan en el país, ya que no habría con qué tratarlos”, precisó.

Para este estudio se entrenó a la microscopista del municipio, quien tomó las muestras en papel filtro, en el que se deposita una gota de sangre infectada y luego se extrae el ADN para hacer la secuenciación. Después se separan los glóbulos rojos infectados de otras células para hacer el análisis.

El profesor Corredor indicó que el estudio se realizó con el fin de tener un perfil de las mutaciones de parásitos en esta región, que permitieran hacer inferencias acerca de una resistencia antimalárica y de una demografía del parásito que está ligada a la demografía urbana.