En el gremio de los transportistas, los conductores de carga pesada o “muleros” dedican la mayor de su tiempo a este oficio. Muchos de ellos lo hacen por necesidad y otros por vocación.
Uno de ellos es Ángel Ramiro Herrera, quien relata que en ocasiones el llenado del camión con el material que transportan lo hacen en Maicao más de una semana. Desempeñan un trabajo agotador y, muchas veces sus vidas peligran; Ángel cuenta “hace 15 días casi fui víctima del hampa en el camino Barranquilla-La Ciénaga; ese día me lanzaron unas piedras y por poco pierdo el control del vehículo. Esta gente que se dedican a la vida fácil hace eso para robarnos y hasta quitarnos la vida”.
Otro colombiano que trabaja como mulero es José García, quien describe con cierta melancolía: “desde muy joven me dedico al oficio del volante y es algo que hago con el corazón. Es muy bonito este trabajo y, sobre todo, conozco a muchas personas en los diferentes departamentos de mi país, pero es duro. A veces estoy 15 días fuera de mi casa y lejos de mis seres queridos”.
Mientras relata su historia, recuerda que ya tiene seis días en una ranchería de Maicao y aún su carga no está completa. Piensa, añora concluye: “todavía no puedo irme, en esa mula viaja el sustento de mi hogar”.
En Colombia, hay miles de historia que se puede contar del día a día de las personas que dedican gran parte de su vida a esta bella labor. Historias reales que merecen ser contadas.