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Mar, Abr

Las redes sociales y su combate a la corrupción

Editorial
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Las herramientas que hoy proporciona la tecnología de la comunicación, entre otros beneficios, han permitido que todos los ciudadanos tengan la posibilidad de dar a conocer su criterio con respecto a lo que ocurre en la sociedad en la que viven. 
Por eso, los que gobiernan saben que no solamente las miradas de la gente están dirigidas hacia su gestión, sino que cualquiera puede expresar su conformidad o disconformidad hacia cada uno de sus actos o declaraciones. La aprobación o la censura es inmediata. 

Las redes sociales revelan la indignación ciudadana con respecto al despilfarro del dinero público por parte de muchos empleados públicos que solo existen a la hora de cobrar y no en el momento de trabajar.

De no haber existido ese medio, se desconocería el pensamiento de los gobernados acerca de temas que atañen a su vida misma dentro de la sociedad. Es cierto que hay actitudes irresponsables en algunos usuarios con respecto al canal de transmisión de pareceres. Los que se escudan en el anonimato bajo nombres falsos muestran el lado oscuro de un medio que, no obstante, es un valioso recurso para incidir en el cambio social, superando prejuicios y anquilosados paradigmas en los distintos campos del quehacer humano.

 La conducta inmadura de un segmento de los que participan en las redes sociales carece de poder para invalidar la gimnasia ciudadana de exteriorizar el pensamiento, criticar a los que ejercen el poder irresponsablemente y hacer aquellas sugerencias que pueden contribuir a superar debilidades y a robustecer fortalezas. 

La vigilancia a los que ejercen el poder no puede, sin embargo, agotarse en palabras que se instalan en el circuito de la web sin compromiso alguno. De no respaldarse el verbo con hechos que indiquen a los políticos que se acabó el tiempo de la tolerancia para la corrupción, los abusos y la impunidad, la crítica no sirve de mucho. Acostumbrados a ignorar las inquietudes de las personas, ellos continuarán amparando a narcotraficantes, usando su influencia para designar planilleros, desviando fondos, violando leyes y burlándose de quienes pretenden construir algo diferente de lo que ellos llevan adelante.

 Es necesario, entonces, que las críticas y denuncias vayan acompañadas de hechos que den fuerza y consistencia a las palabras publicadas. Una de esas actitudes es negarse a ser parte de las prácticas corruptas vigentes. Remar contra la corriente y cuestionar con acciones lo establecido tienen sus inconvenientes, pero no se puede permitir que el estado de descomposición progrese hasta el abismo. Otra es tomar parte de grupos u organizaciones que con sinceridad pretenden el cambio y lo demuestran en una militancia activa en contra del modelo a superar.

Las redes sociales, respaldadas por gestos de compromiso concretos, son un mecanismo que puede ayudar a sacar al país de manos de personas inescrupulosas. 


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