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Jue, Abr

La realidad mexicana

Editorial
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México está viviendo la realidad  que vivió Colombia y que nuestro país supo afrontar y que ahora ha vuelto con bombas en centros comerciales.  Los impetuosos  vuelven y se toman la cotidianidad colombiana, y aparecen, supuestamente, nuevos grupos violentos que son los culpables de los desórdenes y asesinatos. Ahora en México ese terror se replica, Vehículos quemados. Caminos bloqueados. Un intenso tiroteo entre infantes de Marina y pandilleros dejo ocho muertos.


Ese tipo de escenas se han vuelto comunes en ciudades fronterizas como Reynosa y Nuevo Laredo, y estadísticas difundidas muestran que la cantidad de muertos en la guerra de México contra las drogas ha alcanzado nuevas alturas este año. Pero los residentes de la capital se quedaron perplejos esta semana al ver ese tipo de caos en su propia ciudad.

La balacera de la semana que teramin, junto con el reciente surgimiento en un vecindario de clase trabajadora de un supuesto grupo de autodefensas similar a los que surgieron en el estado occidental de Michoacán para oponerse a un cártel del narcotráfico, ha apremiado a las autoridades a repetir sus viejas afirmaciones de que los cárteles de las drogas no operan en la Ciudad de México.

En el tiroteo se desplegaron unos 1.300 policías e infantes de Marina en las calles de Tláhuac, una delegación pobre en el sureste de la capital que hasta hace algunos años era un área rural. En las fotografías de lo ocurrido podía apreciarse que los sospechosos muertos portaban fusiles de asalto, no las pistolas utilizadas en la mayoría de los delitos a mano armada cometidos en la Ciudad de México.

Y quizá más sorprendente aún fueron los bloqueos de las calles realizados por pandilleros o por sus simpatizantes para obstruir los movimientos de la policía. Las autoridades municipales indicaron que los pandilleros secuestraron unos cinco autobuses o camiones, y en las tomas de video es posible ver a grupos de mototaxistas que estacionaban sus vehículos para bloquear el paso en una vía rápida y posteriormente incendiar un autobús después de que sus pasajeros huyeron.

La capital del país azteca solía ver la guerra contra las drogas como una lucha que se libraba en estados alejados. Pero eso se acabó. La violencia en la Ciudad de México sigue estando lejos de ser la peor, aunque su tasa de homicidios se elevó 21% en el primer semestre del año, según estadísticas del gobierno recién publicadas. Éstas muestran que los homicidios en los primeros seis meses de 2017 se incrementaron en 31% a nivel nacional en comparación con el mismo período de 2016, el peor brote de violencia en cuando menos 20 años, incluso más grave que en 2011, el otro año de cifras más altas.

Pero a diferencia de 2011, cuando la violencia estaba concentrada principalmente en estados fronterizos como Chihuahua y Tamaulipas, Reynosa y Nuevo Laredo se ubican en este último estado, ahora los homicidios están aumentando en todo el país. En el enfrentamiento del jueves, gran cantidad de mototaxis fueron empleados para los bloqueos. La policía se llevó a 47 de ellos y arrestó a 16 sospechosos. Los operadores de esos mototaxis no regulados al parecer mantenían nexos con el narcomenudeo, facilitando la distribución. Las autoridades calculan que en la delegación hay aproximadamente 5.000 de esos taxis no oficiales, y en el pasado ya han tratado de erradicarlos. Pero en las zonas marginales donde los caminos están maltratados, los mototaxis siguen siendo uno de los principales medios de transporte de muchos habitantes que no pueden darse el lujo de tener un automóvil o pagar el costo de un taxi normal.

Los infantes de Marina, considerados las tropas mejor entrenadas de México, ya han sido desplegados en zonas urbanas anteriormente, y han utilizado helicópteros artillados contra sospechosos de narcotráfico. Pero salvo patrullajes ocasionales u otros operativos, rara vez se les ve en la capital en tales números.

Tradicionalmente, las autoridades han dicho que el tránsito de la ciudad está demasiado congestionado, y que hay muchos policías, más de 80.000, como para que los narcotraficantes se desplacen en convoyes de la misma forma como lo hacen en otros estados. El argumento oficial ha sido que, aunque las pandillas podrían haber lavado dinero y vendido drogas en la capital, no cometen la violencia vista en otras partes para no alterar la vida urbana y atraer la atención.


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