Lo que le espera a Cataluña

Editorial
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El resultado de las elecciones celebradas en Cataluña el pasado jueves no despeja las sombras que se ciernen sobre la economía catalana desde que el bloque secesionista decidió unilateralmente celebrar un referéndum independentista el 1 de octubre, una decisión que fue vista con inquietud por la mayoría del empresariado catalán y con reticencias por los inversores internacionales.

La primera señal de alarma ha llegado del exterior. La agencia de calificación de riesgos Moody’s consideró, tras conocerse que el bloque independentista puede continuar al frente del Gobierno catalán, que la victoria en escaños de los soberanistas es una noticdia negativa para la calificación crediticia tanto de España como de Cataluña.

Al mismo tiempo la Bolsa española reaccionaba con una caída del 1,2 %. Unas pérdidas encabezadas por dos de los grandes valores catalanes en el Ibex, los bancos CaixaBank y Sabadell. También la prensa financiera internacional se unía a los malos augurios y pronosticaba, en el caso de The Wall Street Journal, que “la victoria separatista en Cataluña extiende las turbulencias”.

Se puede decir que los malos pronósticos apuntados por las agencias de calificación, los mercados y la prensa especializada tienen su expresión más ominosa en la posibilidad de que los soberanistas continúen su carrera hacia una independencia que dejaría a la economía catalana al margen de las instituciones europeas, especialmente del Banco Central Europeo (BCE). Habrá que esperar los movimientos de las próximas semanas tanto políticos como empresariales para hacerse una idea del futuro que espera a la economía catalana y por extensión a la española.

En el terreno político está por ver si los triunfadores de los comicios pactarán con la formación anticapitalista CUP y declararán nuevamente y de manera unilateral la independencia. De producirse este hecho nuevamente se radicalizarán las posturas y quedará abierta la posibilidad de que siga vigente el artículo 155 de la Constitución española que suspende el autogobierno catalán.

En materia económica hay que pensar que su evolución está íntimamente ligada a los acontecimientos políticos. En este sentido es importante alimentar el optimismo para acabar con el goteo de empresas que trasladan su sede social o fiscal fuera de Cataluña (más de 3.000 desde el referéndum independentista) al mismo tiempo que se genera un entorno apropiado para la llegada de nuevas inversiones a Cataluña.

También hay mucho en juego para la economía española en su conjunto. Antes de la crisis catalana el Gobierno de España confiaba en que las agencias internacionales de calificación elevarían la nota de la deuda soberana, lo que supondría una mejora de la financiación de España. Ahora los pronósticos de crecimiento tanto del Banco de España como de la Autoridad Fiscal Independiente (Airef) apuntan a una caída de entre 0,3 y 2,5 puntos porcentuales del PIB español en 2018 como consecuencia de la crisis catalana.
Una de las lecciones de la situación que se vive en Cataluña es que la amenaza para el crecimiento y la prosperidad no viene exclusivamente de la incertidumbre política y del enfrentamiento que se abre tras el triunfo soberanista, sino por la posibilidad de que realmente se materialice la independencia.

La pérdida del paraguas protector de la Unión Europea como consecuencia de la independencia catalana, dejaría a su economía expuesta a multitud de riesgos (entre ellos la falta de una divisa fuerte, la inseguridad financiera y la posibilidad de una escalada inflacionista).

El miedo a esta posibilidad ha crecido entre las empresas, trabajadores cualificados e inversores internacionales, un temor ante los acontecimientos futuros que como un círculo vicioso crea más incertidumbre e inquietud y que será complicado de revertir.