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Mar, Abr

Crisis humanitaria

Editorial
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Mientras los estados obvian sus responsabilidades y los conflictos armados son cada vez más complejos, el sector humanitario sufrimos una grave crisis de identidad. Además, los hospitales e infraestructuras sanitarias siguen siendo blanco de ataques recurrentes.

La acción humanitaria internacional aumenta por cuarto año consecutivo, pero las necesidades sin cubrir siguen creciendo. La acción humanitaria española ha iniciado un tímido proceso de recuperación, pasando de 46,5 millones de euros en 2015 a 54,2 en 2016, aunque su papel sigue siendo muy marginal dentro de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD).

En el bienio 2016-2017, a las tres emergencias nivel tres (según la clasificación de la ONU) ya conocidas –Siria, Irak y Yemen– se añadió en octubre de 2017 la crisis de personas refugiadas rohingyas en Bangladesh y el agravamiento de la situación en la República Democrática del Congo (en la zona de los Kivu).

Además, hay otras crisis de carácter crónico como República Centroafricana, Sudán del Sur, Etiopía, Nigeria y Somalia, que se han hecho tristemente habituales en el escenario internacional. “La característica común en todas ellas es la falta de respuesta adecuada por parte de la comunidad internacional, un importante vacío de actores humanitarios y la dejación de responsabilidades por parte de los Estados”, hemos denuncia junto al Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) en la presentación del informe sobre ayuda humanitaria e internacional en el que detallamos los ‘Usos, abusos y desusos del humanitarismo en el escenario Internacional’ en los dos últimos años.

En un contexto en el que los conflictos parecen enquistarse y hacerse cada vez más complejos, la realidad operacional para la acción humanitaria también se ve afectada. La proliferación de actores no estatales en los conflictos armados y el alto porcentaje de conflictos internos están cambiando las reglas de la guerra y amenazando los marcos jurídicos que solían garantizar un mínimo de humanidad en medio del sufrimiento. “Se está produciendo la cronificación de muchos focos de violencia y la tan solo aparente resolución de otros”, afirma Jesús A. Núñez, codirector del IECAH.

La inseguridad y la fragilidad van en aumento y el personal humanitario y las infraestructuras son blanco de ataques recurrentes y generalizados. Las dificultades para acceder a las víctimas son cada vez mayores y esto se traduce en una pérdida de identidad por parte del sector humanitario, cuya capacidad para llegar hasta las víctimas de crisis agudas se ve cada vez más cuestionada.

Debido a esta crisis de legitimidad, la acción humanitaria sufre cada vez más presiones para alinearse con agendas vinculadas a objetivos políticos o, en el mejor de los casos, a objetivos de desarrollo, lo que abre la puerta a la instrumentalización del sector.

Los fondos dedicados a la acción humanitaria internacional aumentaron por cuarto año consecutivo, alcanzando un nivel récord de unos 27.300 millones de dólares. Aun así, la brecha de financiación del año 2016 ascendió a 8.200 millones de dólares, lo que significó que el 40% de los llamamientos de la ONU no fueron cubiertos. Sin embargo, el incremento porcentual anual fue relativamente más pequeño que el de los tres años anteriores (del 6% frente al 12%, 21% y 18%).

La acción humanitaria internacional canalizada a través de las ONG registró un aumento anual del 31% en 2016, alcanzando los 9.500 millones de dólares. También cabe destacar que el 60% de esta financiación provino de donantes privados.

Si en 2016 se habían batido todos los registros históricos en cuanto al número de personas refugiadas, desplazadas y solicitantes de asilo, en 2017 estamos viendo cómo esta tendencia alcista sigue por el mismo camino de consolidación: Siria sigue siendo el país que más personas refugiadas ha generado en los últimos años, con cerca de 5,5 millones, seguida por Afganistán y Sudán del Sur, que a día de hoy ya comparten el mismo escalón de este infame podio, con 2,5 millones de su población refugiada en otros países.

La violencia en diversos lugares del mundo ha provocado también numerosos desplazamientos internos de población. A Sudán del Sur, Colombia, Siria o Irak, se añaden ahora lugares como la región de Kasai, en la RDC, que había permanecido en calma desde hace décadas y en donde en menos de un año alrededor de 1,3 millones de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares para buscar mayoritariamente refugio en otros puntos de la región o del país.


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