Un paso necesario y exigido

Editorial
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Seis años después, Eta, organización terrorista nacionalista vasca que se  proclamó independentista, abertzale, socialista y revolucionaria, ha empleado literalmente, por primera vez, la palabra perdón, aunque la ha dirigido únicamente a un tipo de víctimas, las ajenas al conflicto. Desde la creación de la primera Eta han existido diferentes organizaciones con el mismo nombre surgidas como resultado de diversas escisiones, coexistiendo en varias ocasiones algunas de ellas; de las cuales solo perduraría la conocida como Eta militar, si bien actualmente está inactiva tras el anuncio del cese definitivo de su actividad armada en octubre de 2011.

En comunicado dado a conocer por la organización terrorista constituye un penúltimo paso necesario y exigido antes de su definitiva disolución, prevista para la primera semana de mayo. Cabe discutir si el texto implica una petición de perdón rotunda, por los matices que Eta introduce, pero la expresión “sentir de veras” todas las víctimas causadas –aquí si- merece interpretarse como una cierta asunción de culpa.

En los seis años y medio transcurridos desde el anuncio del cese de su actividad terrorista, tanto Eta, a través fundamentalmente de sus presos, como la izquierda abertzale, habían dado algunos tímidos pasos dirigidos a reconocer el daño causado.

La primera vez lo hizo la izquierda abertzale sólo dos meses después del cese de Eta, en diciembre de 2011, cuando reconoció el dolor y sufrimiento que las múltiples violencias habían producido en el País Vasco, un ambiguo posicionamiento que mezclaba a las víctimas de Eta con las de la guerra sucia.

La fórmula resultó tan insuficiente que apenas tres meses después, en febrero de 2012, la izquierda abertzale hacía público de forma solemne un documento en el que expresaba su profundo pesar por las consecuencias derivadas de la acción armada de Eta y por su propia posición política respecto a ella, debido a su falta de sensibilidad. Fue en este contexto cuando, un día después, Ugarteburu desterraba el término perdón, ahora utilizado por Eta.

Más explícito fue el líder de la izquierda abertzale, Arnaldo Otegi, quien desde la cárcel, en su libro “El tiempo de las luces”, publicado en septiembre de 2012, pidió sinceras disculpas a las víctimas de Eta por haber añadido desde su posición política un ápice de dolor, sufrimiento o humillación. Desde la propia Eta, el colectivo de reclusos ha reconocido en este tiempo el daño causado, aunque siempre enmarcándolo en las múltiples violencias o el sufrimiento multilateral vivido en el País Vasco en el contexto de lo que siempre han considerado un conflicto armado, lo que situaba estas reflexiones lejos de la posición fijada ahora por la organización terrorista.

Quizá el más explícito hasta ahora había sido el exjefe militar de Ea, Garikoitz Aspiazu, “Txeroki”, quien durante el juicio al que fue sometido en Francia, en febrero de 2013, dijo lamentar el daño causado a las víctimas de atentados que no tenían que ver con el conflicto.

Todos estos pronunciamientos se han caracterizado por el recurso al eufemismo y a expresiones retóricas acuñadas que limitaban siempre la asunción directa de la culpa, un esquema que el comunicado de Eta destierra, al incluir términos como “perdón”, “empatía”, “víctimas” y “responsabilidad directa”, entre otros, nada habituales en su profusa literatura.

La revisión crítica del pasado ha sido una de las condiciones y recomendaciones que muchos sectores políticos y sociales que han tenido acceso directo o indirecto a Eta y su entorno en esta última década ha sugerido para cerrar de una manera creíble y definitiva la historia negra de la organización terrorista.

Pese al calado del mensaje de Eta, como cabía esperar la organización no ha abjurado de su pasado y trayectoria, aunque por primera vez dice aceptar y respetar que se considere que su actuación ha sido inaceptable e injusta, argumento que claramente no comparte. A partir de ahora, se discutirá -se discute ya- si esta asunción de culpa es suficiente o insuficiente, sincera o cínica, pero en cualquier caso sí imprescindible antes de su final. ¿Algún parecido con las Farc?