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Vie, Abr

La lucha por liderar la revolución tecnológica

Editorial
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La batalla por liderar la revolución industrial tecnológica, y la necesidad de proteger la propiedad intelectual para lograrlo, es la verdadera clave que se encuentra detrás de la escalada de tensión comercial entre China y Estados Unidos.

Con motivo de la celebración del Día Mundial de la Propiedad Intelectual, las autoridades chinas presentaron esta semana un informe sobre sus avances en la protección de estos derechos, una asignatura pendiente del gigante asiático que puede frenar la inversión extranjera en el país. China ha hecho muchos esfuerzos honestos en la mejora de la protección de los derechos de Propiedad Intelectual y ha obtenido importantes resultados que han sido reconocidos internacionalmente.

Shen se defendía así de las críticas del presidente estadounidense, Donald Trump, recordadas por la prensa, en relación con el robo de propiedad intelectual por parte de China a las empresas estadounidenses y a la transferencia de tecnología que se produce en las filiales conjuntas. Esta forma de empresa en alianza con un socio local es requisito indispensable para que las compañías extranjeras puedan entrar en el país en la mayoría de sectores, lo que, según críticas foráneas, pone en riesgo la transferencia de conocimientos y tecnología.

China es la segunda potencia económica mundial y va en camino de convertirse en la primera pudiendo superar a Estados Unidos en unos años. Sus altas tasas de crecimiento le han permitido colocarse en esta posición, sin necesidad hasta ahora de liderar sectores como la innovación y la tecnología; sin embargo, el país asiático se centra en el presente en el fomento de sectores clave como la inteligencia artificial o la robótica, quiere abanderar la innovación y aboga por la protección de los derechos de propiedad intelectual, tanto para proteger a sus empresas domésticas, capaces ahora de liderar la innovación en muchos sectores, como para fomentar la entrada de extranjeras.

Este objetivo es la base de la estrategia “Made in China 2025”, un plan a diez años vista que el Gobierno presentó en 2015 y con el que pretende reorientar su industria manufacturera hacia sectores de alta tecnología, dejando atrás su modelo de producción intensiva o de fábrica del mundo. La política ‘Made in China 2025’ es el foco principal de las preocupaciones de Estados Unidos; este es el quid de la cuestión, que los norteamericanos quieren que la cuarta revolución industrial y el ‘internet de las cosas’ sean americanos, no chinos. Se ha producido un cambio de retórica en las críticas de Trump y que ahora se enfocan en el sector tecnológico y de servicios, lo que ha llevado a China a insistir repetidamente en que seguirá abriendo su economía al exterior y protegerá los derechos intelectuales.

China está haciendo concesiones de apertura de mercado, pero sólo donde le conviene; donde hay fuertes actores domésticos establecidos -automóviles y finanzas, por ejemplo- está permitiendo cada vez más el acceso extranjero, reconociendo que la competencia es buena para el consumidor final. Las fricciones comerciales entre EE.UU. y China radican en la ambición de China de convertirse en líder mundial en el ámbito tecnológico, como, por ejemplo, en inteligencia artificial.

Los valores tecnológicos han liderado las subidas en el actual mercado alcista y muchos creen que el país que gane la carrera tecnológica también se hará con el liderazgo económico mundial y todo gira en torno a qué país será la primera economía mundial en los próximos diez años.

Gigantes tecnológicos chinos como Alibaba, Tencent o Baidu y líderes en la fabricación de teléfonos inteligentes como Huawei han ascendido hasta las primeras filas de la competición mundial, donde se miden con compañías estadounidenses como Apple, Google o la surcoreana Samsung en el segmento móvil.


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