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Mar, Abr

La cultura y la lengua

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cesar Arismendy Morales

Cesar Arismendy Morales

Columna: Reflexiones

e-mail: cesaridys@hotmail.com

Economista de la Universidad de los Andes y Licenciado en Ciencia Sociales de la Universidad Distrital de Bogotá. Cursó estudios de Planificación del Desarrollo Rural y Urbano en la Universidad de los Andes y en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya Holanda. Igualmente estudios de maestría en Desarrollo Regional en la Universidad de los Andes y cursos de Ciencias Políticas en la Universidad de Minnesota - Estados Unidos.



El analfabetismo es un problema estructural para el ejercicio de la democracia, el desarrollo humano y comunitario. El departamento está en mora en atacar asertivamente esta patología. Es inaceptable la trasnochada y socorrida excusa de “eso es así por los problemas de la dispersión de las comunidades indígenas y no podemos llegar a todas”. Es el clásico argumento del funcionario público, que ve como el escenario tendencial se perpetúa delante de su escritorio y que no se pellizca con los precarios indicadores sociales.

Teniendo como base de que la diversidad en sus manifestaciones, es un patrimonio de la humanidad, las culturas y las lenguas constituyen los depósitos de conocimientos y saberes más grandes de las sociedades. El profesor Francisco Justo Pérez Van- Leenden afirma que “La Guajira es una zona con mucha variedad, además de la ofrecida por la naturaleza, se encuentra la derivada de los universos culturales y lingüísticos que aquí tienen asiento”.

La comprensión y la apropiación de la diversidad regional hay que ‘sembrarla’ y ‘aclimatarla’. La planificación de los cambios y avances sociales que suponen, conlleva procesos de acercamiento, de ubicación problemática y de soluciones consecuentes.

En La Guajira, el componente educativo-formativo de la diversidad incluye aspectos centrales para el desarrollo regional como la oralidad, la escritura y lo que abarcan. Eso de hecho se relaciona con las dinámicas culturales y lingüísticas más amplias y más profundas; asimismo, para que exista una alfabetización activa (funcional) es necesario establecer instrumentos y procesos sucedáneos.

Apropiar la diversidad, es también asumir la escritura y la lectura en las lenguas indígenas y superar la situación actual del aula en muchas de nuestras escuelas en las cuales se escribe en una lengua y se habla en otra por varias razones: una, el docente es wayuunaiki-hablante pero no escribe en su lengua, entonces escribe y habla en español; dos, escribe en wayuunaiki pero sus alumnos no saben leer en esta lengua. He ahí una que otra ilustración de la complejidad del problema.

En este sentido, la alfabetización es mucho más que una campaña; es más bien un ejercicio permanente de la sociedad para el desarrollo de sus potencialidades; demanda una relación directa con la cultura y la lengua de los objetos y sujetos, para eludir los desaciertos derivados de un proceso que se preestablece desde una cultura y una lengua con tradición escrita y se aplica a otras con tradición oral (ágrafas).

Si bien es cierto que la alfabetización y la formación para la diversidad están en la base de los problemas, también lo están en las de las soluciones. Por ello, hay que asumirlas como un reto de investigación y de formación permanentes que simultáneamente deben democratizarse.



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