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Mar, Abr

El lado oscuro de Cangrejito

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cesar Arismendy Morales

Cesar Arismendy Morales

Columna: Reflexiones

e-mail: cesaridys@hotmail.com

Economista de la Universidad de los Andes y Licenciado en Ciencia Sociales de la Universidad Distrital de Bogotá. Cursó estudios de Planificación del Desarrollo Rural y Urbano en la Universidad de los Andes y en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya Holanda. Igualmente estudios de maestría en Desarrollo Regional en la Universidad de los Andes y cursos de Ciencias Políticas en la Universidad de Minnesota - Estados Unidos.



Los deltas en el mundo han venido teniendo dos tendencias fundamentales, ya que estos son espacios receptáculos de importantes desarrollos citadinos con altos niveles de vida o bastiones del ecoturismo. Ciudades como Nueva York, Nueva Jersey, Baltimore, Houston, Buenos Aires, Valencia y El Cairo hacen parte de un largo listado. Los deltas de los ríos Ganges y Brahmaputra en Bangladesh, Paraná en Argentina, el rio Okavango en Botswana, son testigos del esfuerzo que hacen las autoridades para promocionar el turismo y la conservación ambiental a través de la institucionalidad local.

Esa tendencia no ha podido impactar de manera amplia y suficiente a Colombia, en donde aún se hacen visibles los efectos de la acción depredadora del hombre, muchas veces auspiciada por las propias instituciones que dicen conservar la naturaleza. Para no irnos tan lejos, un ejemplo de ello, es la desembocadura del Río Ranchería el cual conforma un delta a partir de sus diferentes brazos, como el del Riíto, Calancala (municipio de Riohacha) y el que vierte sus aguas sobre la Laguna de Buenavista (Municipio de Manaure).

Este es un delta que contradice las tendencias mundiales, en donde por generaciones se han desaprovechado las potencialidades ecoturísticas e históricas que tiene. Allí no se dispone de un tejido urbano con servicios públicos, que le permitan a sus habitantes ser dignos, en su mayoría indígenas asentados en pequeños poblados de diferentes tradiciones e historias, como San Antonio de Pancho, La Raya, Pipamana, Chispana, El Guajiro, Malibú, Villa Fátima, Malibú y Cangrejito.

Esta es una unidad territorial entre Riohacha y Manaure, que tiene una inmensa identidad en lo ambiental, pero en donde las fronteras municipales se pierden. Poco a poco en vez de avanzar se ha venido retrocediendo, hasta quedar convertido en un polo de pobreza e inseguridad nutricional. Es nuestra favela, es nuestra Rocinha sin que la proteja la herencia de la visita del Santo Padre. Aquí el municipio de Riohacha ha operado con mucha cautela dado que no tiene certidumbre sobre el alcance de su jurisdicción. Manaure, hace lo mismo. Desde allí surgen con frecuencia la mayoría de los casos de morbimortalidad infantil que se presentan en ambos municipios.

Cangrejito, está a pocos minutos de la cabecera municipal de Riohacha. Según censo levantado por la autoridad tradicional cuenta con 110 miembros, de ellos 50 son niños menores de 5 años. En su área de influencia, cuenta con un CDI del ICBF, el cual se encuentra alejado de la comunidad (Barrio Villa Fátima Comuna 9), aproximadamente a dos kilómetros. De los 187 niños que allí asisten, solo uno es de dicha comunidad. Muchas madres, no los envían "porque en el CDI piden votos para Guerra, plata para actividades y muchas bolsas de pañales".

El resto de los niños se atienden con alimentación cuando están matriculados en el centro etnoeducativo número 4 sede Cangrejito, operado en el 2013 por la Fundación Luz y Vida (FULVID). De acuerdo a la información obtenida en campo, solo se distribuyen los alimentos durante 3 meses. Por otro lado, Confamiliar de La Guajira es el que tiene la mayor cobertura en el Sistema de Seguridad Social en Salud, pero durante el año pasado se presentaron tres casos de malnutrición y en lo que va de este año, ya son 4, lo que nos induce a pensar que los planes de promoción y prevención de esta institución están fallando.

En fin, en Cangrejito la acción pública y lo privada se encuentra colapsada y ello se constituye en un espacio vacío de autoridad de los municipio de Manaure, Riohacha y del departamento. Cangrejito padece un estado generalizado de déficit de derechos e injusticia, por lo tanto, es un verdadero ejemplo de las razones que tenemos para que el Programa de Alimentación y Nutrición Departamental (PAN) cambie y se vuelva una iniciativa focalizado en las comunidades indígenas y campesinas.

En un acto de reivindicación de los derechos, especialmente de los niños, las municipalidades de Manaure y Riohacha, con el departamento y Corpoguajira deberíamos crear una institución especializada que trabaje 24 horas por el desarrollo económico, social, cultural y ambiental del Delta del Ranchería.



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