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Sáb, Abr

Unidos contra el terrorismo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cecilia López Montaño

Cecilia López Montaño

Columna: Opinión

e-mail: cecilia@cecilialopez.com


Cuando se llaman las desgracias estas finalmente llegan. Tanto miedo se ha creado en las zonas urbanas del país, anunciando la llegada del Castro-Chavismo, la escasez de alimentos por posible paro de camioneros, dineros de la guerrilla en la política, y muchas otras noticias que han circulado, que finalmente sucedió lo peor. En el corazón de la zona comercial más elegante de Bogotá, un acto terrorista sembró de pánico al país. Otra vez las bombas en centros urbanos, esta vez una de ellas dirigida a las mujeres, es una tragedia que trajo los terribles recuerdos de las distintas guerras que ha vivido Colombia. Tres mujeres jóvenes, una de ellas extranjera y otras dos colombianas, varias gravemente heridas son hasta ahora el doloroso saldo de este acto que enluta al país. Una dura aterrizada de este periodo de odio, de mentiras, de amenazas veladas, todo en contra finalmente de un proceso de paz incomprendido por amplias partes del país.


La lección es evidente: mientras sectores de la dirigencia nacional se matan con agresiones, los bandidos hacen de las suyas cobrando vidas inocentes y llenando ahora si con razones verdaderas, de pánico a una sociedad urbana que ha sido tan insensible al dolor del conflicto vivido en zonas rurales del país. Ese sector privilegiado de este país estratificado, perdió de nuevo la tranquilidad, porque con razón sienten que podrían estar fácilmente entre las víctimas de lo que acaba de suceder en el Centro Andino de Bogotá. Además, se piensa en la vulnerabilidad de quienes más queremos, nuestros hijos y nuestros nietos, asiduos visitantes de este lugar.

¿Por ello, frente a estos temores de tragedias, ahora si fundamentados, seguirá la guerra de los odios, de verdades a medias y de mentiras obvias para seguir dividiendo este país? Sería una actitud absolutamente irracional y peligrosa e inexplicable en una sociedad que ha visto correr ríos de sangre. Lo que debe suceder es que, frente a estas amenazas concretas e impredecibles, todos los colombianos se unan contra el terrorismo, independientemente de sus ideas políticas, de sus ambiciones de poder. Una campaña presidencial como la que se avecina, similar a la que ya se vivió en los 90 con varios candidatos asesinados, sería lo peor que podría pasarles a los colombianos.

Por ello dejemos a un lado la manera incivilizada como se ha venido manejando la política y las relaciones entre grupos con ideas opuestas. Es la hora de que 50 millones de ciudadanos se unan contra el terrorismo, venga de donde venga. No más muertos inocentes, familias destrozadas sin razón, llenas miedo de salir a la calle. Al gobierno y al Estado en general le corresponde actuar con eficacia y prontitud para conocer las causas de lo sucedido y castigar realmente a los culpables. Pero a nosotros los ciudadanos nos toca volvernos solidarios e identificar puntos de encuentro en la medida de lo posible. As u vez, rechazar de manera contundente la agresividad y los ataques entre los sectores divididos por ideas distintas frente al proceso de paz.

Ignorar esta triste lección que hemos recibido es un acto suicida e imperdonable sobre todo si esta guerra entre sectores informados continúa. Se le debe dar ejemplo a las nuevas generaciones sobre la necesidad de comportarse como ciudadanos de una Nación que requiere enfrentar un verdadero enemigo: el retorno del terror que ahora a diferencia de antes, no se sabe bien de donde viene, que lo origina y por lo tanto como se combate.

Con frecuencia, solo se aprende a enderezar el rumbo cuando la vida da golpes inesperados y duros. Que el triste episodio del Centro Andino, sea el motivo para unirnos y encontrar el camino de la reconciliación nacional. Por el contrario, si este duro evento se utiliza políticamente se estaría dando muestra de una profunda mezquindad de los grupos que lo utilizan.


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