En el año 2010, cuando el presidente Álvaro Uribe Vélez terminó su mandato, le dejó a Colombia las bases para una bonanza petrolera. Dejó 112 pozos en exploración y unas inversiones en petróleo cercanas a los 3 mil millones de dólares.
¡Triste panorama! Pero no nos podemos quedar llorando sobre la leche derramada. Tenemos que hacer todo lo posible por promover la industria de los hidrocarburos, porque es generadora de empleo digno (cerca de 95 mil en todo el país) y porque si se logran invertir transparentemente sus beneficios, ello se traducirá en bienestar para las comunidades.
Hoy, la responsabilidad para quienes queremos ser futuros presidentes de Colombia es plantearle un rumbo al país, por ello he presentado siete propuestas que considero se deben implementar para lograr una explotación petrolera sostenible y generadora de progreso.
Ya es hora de acabar con el falso dilema entre petróleo o medio ambiente. Debemos exigir la implementación de altos estándares ambientales para la producción petrolera y que se garantice seguimiento y control riguroso a la operación. Por supuesto, tendremos que tener mano dura con quienes incumplan estos compromisos con el ambiente y la biodiversidad, con quienes violen las exigencias de los contratos y las licencias ambientales.
Nuevo modelo de incentivos para la industria petrolera. Urge promover tarifas de impuesto de renta en Zonas Francas a cambio de inversiones directas y verificables en emprendimiento, competitividad y sostenibilidad ambiental en las poblaciones aledañas a la explotación.
Desde la Presidencia implementaré un régimen especial de regalías para zonas productoras como la Orinoquia. Proponemos recuperar la mitad de las regalías directas perdidas y con esos recursos financiar directamente: vías terciarias, sistemas de reciclaje de agua, bienes públicos rurales y acceso a internet.
También es urgente garantizar la seguridad jurídica a los procesos de exploración y explotación, que respeten la biodiversidad. Las Altas Cortes han expandido el alcance de la consulta previa y popular, lo que ha ocasionado que hoy no haya reglas claras para proyectos de explotación en el país. Habrá que precisar el tema.
Crear un gran programa de reservorios de agua, como pilar de la productividad agrícola, es una necesidad para el país. Se debe impulsar el acceso al agua para potenciar la productividad de los predios rurales con potencial agrícola. Hoy en Colombia el 73 % de los productores no tienen acceso permanente al agua. Y además, Ya es hora de potenciar la agroindustria, porque deben abrirse las opciones de desarrollo productivo.
Colombia no puede ser un país ajeno al impulso de un programa de biomasa y de cogeneración de energía, pues son alternativas con múltiples beneficios, particularmente en la altillanura, y fundamental en la coyuntura actual del país.
Hay que proteger el agro, por ello no se debe apoyar exploración y explotación minera-energética en páramos ni en el triángulo amazónico ni cerca de la cuenca de los ríos. Hay que reforestar y generar una cultura de buen uso del agua.
En Colombia debemos poner fin a ese falso dilema entre petróleo o medio ambiente. Con voluntad política podemos crear las condiciones necesarias para consolidar una explotación petrolera sostenible, que brinde seguridad jurídica a la inversión y que genere progreso para el país.