“En el mar la vida es más sabrosa”

Columnas de Opinión
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Como en cualquiera de mis días en Nueva Zelanda, me levanté y revisé las noticias. Esa mañana me topé con los titulares “Video offers sex and drug holiday on Colombian island” y “‘Sex Island’ holiday offers shocking ‘drug-friendly’ getaway featuring prostitutes”.

Por: Luis Gabriel Reyes Escobar
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Ningún conocimiento de inglés fue necesario, para saber que estaban hablando de sexo, drogas y prostitutas. No fue la mejor manera de comenzar mi rutina y con gran desaliento entre pecho y espalda, empecé a imaginar las discusiones que esto podría suscitar en Colombia. No sé si ustedes se han detenido a pensar en el arroz con mango que se forma entre las diferentes colonias colombianas alrededor del mundo, cada vez que vemos noticias como estas, lo que les puedo decir, es que los comentarios no se bajan de “Si van a putear, pues que sean putas”. 

Es un hecho, que uno de los atractivos de Colombia es el turismo sexual y sin lugar a dudas, la promoción de eventos de este calibre ayuda a posicionarnos dentro del top of mind de los extranjeros. Solo basta con realizar una pequeña búsqueda en Internet, para enterarse que estamos en el top 10 y que algunos rankings nos sitúan como el 5to más deseado a nivel mundial. Pero más allá de las pasiones, me preguntaba si ¿debemos abordar seriamente este tema para regularlo o continuar considerándolo un tema tabú del que preferimos no hablar?

Desde mi punto de vista, este es un tópico complejo de abordar en Colombia, partiendo de la base de que somos un país conservador y de aguas tibias. Como primero, La prostitución en la ley colombiana no está establecida como un acto ilegal, pero a su vez tampoco está amparada por la misma. Por otro lado, el Código Penal claramente define al proxenetismo como una conducta delictiva, sin embargo, se bebe haber inducido a la persona para que se configure el delito. En conclusión, solo basta la voluntad de las partes para legalizarlo.

Adicionalmente, la estigmatización de la prostitución por parte de la sociedad, es uno de los aspectos que mantiene a esta actividad en la clandestinidad y con ella vienen los problemas de inseguridad, abusos, insalubridad, entre otros.

Si entramos a ver a esta antigua labor como un negocio, encontramos que los Países Bajos reciben más de 500 millones de euros cada año de la prostitución ilegal, mientras que de la legal, obtienen más de 2.500 millones de euros al año. A pesar de las cifras positivas, es necesario decir que esto es un asunto que va mucho más allá de lo económico, estamos hablando de protección a la niñez, tráfico de personas, etc. Un ejemplo claro de esto es Holanda, en donde se debió endurecer las leyes en contra del abuso y la protección a menores. Adicionalmente, se les reconoció a las trabajadoras sexuales los mismos derechos y obligaciones de cualquier otro trabajador, es decir, deben pagar impuestos y tienen cubierta su seguridad social.

Las posturas legales frente a este tema varían de extremo a extremo alrededor del mundo. Encontramos países como Suecia en donde está prohibido y se considera como un acto dañino para la sociedad, Naciones como Holanda en donde está reglamentado y regulado como cualquier actividad comercial y casos como el de Colombia en donde no se aborda el tema con profundidad. 

No me atrevo a decir cuál de las anteriores seria la postura más conveniente para el país, pero lo que si debo decir, es que mientras no se tome una posición clara frente a este tema, las mal llamadas bendecidas y afortunadas seguirán engordando sus bolsillos con dólares y euros mientras le muestran a los extranjeros por qué “en el mar la vida es más sabrosa” y convierten mi tierra en la Sodoma y Gomorra del siglo XXI