23
Mar, Abr

Entre uno y otro

Editorial
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger


Hace tan solo un año, el posicionamiento era claro y la defensa a ultranza de Nicolás Maduro o Juan Guaidó entre los venezolanos era radical. Polarización nominal que rozaba un fanatismo que, si bien no ha desaparecido por completo, sí se ha difuminado con el paso del tiempo; para muchos, urge un cambio drástico, una nueva era sin uno ni otro.

Las redes sociales se han convertido en un foro de opinión en todo el mundo, especialmente en países en los que las libertades de expresión y de prensa están en entredicho, como es el caso de Venezuela, donde periodistas y ciudadanos son, con frecuencia, detenidos por expresarse.

Y es ahí, a través de Twitter, Instagram u otras, donde la gente se desahoga, donde el miedo a represalias se minimiza -aunque sin desaparecer por completo-, donde las quejas, las decepciones, el descontento social y la rabia contenida se expresan con nombres y apellidos: las opciones actuales no sirven. Ni Maduro ni Guaidó.

A pesar de las pérdidas de popularidad de ambos, como en cualquier país, siempre quedarán los inamovibles, los eternamente fieles, los que, pase lo que pase, serán capaces de defender con el mismo entusiasmo una labor impecable que el mayor de errores, poniendo a su líder por delante de su propio bienestar. Esos siempre estarán ahí de un lado y de otro, admirando a su ídolo.

Los desencantados con las dos opciones actuales defienden la propuesta planteada el pasado marzo por el enviado especial de Estados Unidos para Venezuela, Elliott Abrams, quien abogó por conformar un Gobierno de Emergencia para resolver la crisis sin Maduro ni Guaidó. Abrams propuso que se hagan a un lado, de modo que miembros elegidos en la Asamblea Nacional,  de ambas partes puedan crear un Consejo de Estado que sirva como gobierno de transición, que organice elecciones presidenciales libres y justas.

Los ciudadanos han visto, con el paso del tiempo, que Maduro no tiene capacidad para afrontar los problemas del país, y Guaidó ha diluido las esperanzas del pueblo por transmitir la idea errónea de que se podía lograr una pronta solución a la crisis. En el caso de la pérdida de apoyo de Maduro, evidentemente, ha sido consecuencia de su pésima gestión y el deterioro galopante y progresivo de la calidad del vida de los venezolanos, y también de los extranjeros que viven en Venezuela. Ha demostrado no tener capacidad para resolver los problemas de los venezolanos.

Si Maduro carga a sus espaldas con señalamientos nacionales e internacionales de violación sistemática de los derechos humanos, de detenciones arbitrarias, de anular las libertades de expresión y prensa, o de sostener a grupos paramilitares violentos, a Guaidó lo persigue la sombra de operaciones poco ortodoxas para acabar con el Gobierno.

Pese al desencanto ciudadano hacia ambos, Maduro y Guaidó son los únicos que mantienen todavía cierto liderazgo y apoyos entre la opinión pública, de modo que cualquiera de los dos que asome visos que permitan despertar de nuevo la esperanza en el pueblo es el que va a capitalizar inmediatamente este descontento y esta falta de credibilidad. En este momento, no hay otras opciones en Venezuela y ese es uno de los mayores problemas para el país, que no tiene liderazgos alternativos.

La solución definitiva y de largo recorrido es lograr un apoyo militar, si no se logra el apoyo de la Fuerza Armada, no hay forma de lograr un verdadero cambio radical en Venezuela. Pueden tomarse iniciativas, los procesos pueden comenzar de otras maneras, pero al final del camino, todo se va a traducir en el papel que asuma la Fuerza Armada frente a cualquier otra opción que se pueda plantear. Sin embargo, la Fuerza Armada, actualmente, no tiene forma de asumir sus roles tal y como se lo manda la Constitución, salvo rebelándose al Ejecutivo, que convirtió a la institución castrense en un brazo armado del Gobierno y fue el que se ha encargado de reventar la Constitución desde la primera página hasta la última.



Ingreso de Usuarios