¿Y por qué no se dolariza?

Editorial
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"¿Y por qué no dolarizan de una vez Venezuela?". Son muchos los ciudadanos que, en las calles, se repiten la pregunta con frecuencia. Claman por la divisa estadounidense como solución inmediata para la maltrecha economía venezolana.

El ejemplo de Ecuador, que adoptó el dólar y renunció al Sucre en el 2000, se repite como modelo para una Venezuela asolada por la hiperinflación, la devaluación del bolívar soberano y en el que las cuentas públicas son un auténtico misterio dentro del caos institucional, pues no se hacen bajo la premisa de luz y taquígrafos. Por supuesto, y siempre jugando a la política-ficción, si un Gobierno venezolano quisiera adoptar esa medida tendría que sortear, en primer lugar, las férreas sanciones impuestas por Estados Unidos que impiden pensar que ningún político del país caribeño pueda tomar hoy una medida así.

Deben abordarse los problemas estructurales de la economía y la institucionalidad venezolana; si no se hace así, el riesgo al dolarizar es apenas taparlos, pero no solventarlos. Es como tener una pared que está filtrando agua, entonces se toma la decisión de pintar y cubrir ese problema. Dolarizar es como pintar la pared, no es resolver el problema que es, probablemente, una tubería que está botando agua.

Esta es una de las realidades que vive hoy Venezuela, una dolarización de facto -transaccional, por la que casi todos los precios se muestran hoy en la divisa estadounidense, incluso en las zonas más populares, aunque la inmensa mayoría de las facturas se emitan en bolívares por mandato legal. No porque se asuma el dólar, si no se cambias el contexto institucional en el que opera la economía, necesariamente va a desaparecer el problema y vas a empezar a tener una recuperación importante del poder adquisitivo.

Uno de los efectos de adoptar el dólar es que somete la gestión púbica a una situación de muchísimo control porque parte de los gastos del Estado que asume el dólar se ciñen al circulante en esa moneda. Además, al no tener moneda propia, Venezuela quedaría a merced de los vaivenes de la dinámica internacional y más en una economía petrolera como la venezolana, además de terminar atada a las prioridades de política que asuma Estados Unidos, que diseña su gestión monetaria para sí y no necesariamente se adapta a las necesidades venezolanas; es decir, al no poder tomar medidas propias no podría amortiguar los impactos de los ciclos económicos globales..

La dolarización no es tampoco una garantía para el salario de los trabajadores. En un país que se empobrece, no importa la moneda en que lo paguen. En Estados Unidos, hay gente pobre. Dolarizar no protege al trabajador si no tiene algo que vender la empresa en la que está y, lamentablemente, en Venezuela parte de la discusión política se ha desviado. Poner la dolarización como la solución o la panacea es pedir algo que tiene tanto sentido como pedir un presupuesto¸ sin embargo, hay quienes la reclaman como medida mágica porque es más atractivo que pedir la rendición de cuentas al Gobierno de sus gastos. Eso sí y, de nuevo en el terreno de la ficción, en caso de solventar los problemas estructurales y adoptar el dólar, Venezuela también se enfrentaría a otro problema: el de las exportaciones y si China devalúa su moneda con respecto al dólar, sus productos se abaratan. De ese modo, a una Venezuela hipotéticamente dolarizada le resulta más difícil venderles a los europeos, por ejemplo, porque pueden comprar a los chinos más barato.

Es imaginarse que un país como Venezuela, que en este momento lo que podía exportar era petróleo y ya ni siquiera, que tiene una industria muy golpeada por estos años de retraso tecnológico, esté atada al dólar y los chinos devalúen, el yuan; entonces los venezolanos no pueden exportar ni siquiera a Colombia. El país caribeño quedaría sin poder devaluar su moneda, inmerso en otro tipo de problemas de crecimiento; es decir, se tapa una filtración en una pared con una mano de pintura pero sigue brotando agua.