Preocupación por la situación de la prensa en Colombia

Editorial
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El ejercicio del periodismo en Colombia día a día se vuele en uno de los más difíciles y peligrosos debido a que investigar y publicar es sinónimo de amenaza y en muchas ocasiones le pone la lápida a todo aquel que se atreve hacerlo bajo el principio de informar.

Pero sin duda alguna, la situación de la prensa en el país es "muy preocupante", sobre todo en las regiones, tal y como se ha revelado en distintas investigaciones, 

Esto, una vez más quedó evidenciada el pasado 16 del presente mes con el crimen del que fue víctima el reconocido comunicador social, Rafael Emiro Moreno, propietario del medio digital Voces de Córdoba, quien fue ultimado por desconocidos cuando estaba un establecimiento de comidas rápidas del municipio de Montelíbano.

El reconocimiento que se ganó en la región por las denuncias que hacía sobre casos de corrupción, le valieron para sentenciar su muerte y dejar a una familia sumida en el dolor, la tristeza y la desesperanza, situación a la que se expone es periodista que busca hacerle el bien a la sociedad y cumplir con los parámetros de ser un gran profesional. 

A esta muerte se les suman los crímenes de los que fueron víctimas, Leiner Montero y Dilia Contreras, ocurridos el pasado 28 de agosto en una carretera del municipio de Fundación, en el departamento de Magdalena.

Esta y las demás acciones criminales en contra de comunicadores es una señal de que la situación se está deteriorando en el país en momentos en que el presidente Gustavo Petro ha hecho una apuesta decidida por la paz total.

Pero, esta parece ser una contente en América Latina en general. Hay países en donde esa mezcla de Estado débil y regiones en las cuales hay economías ilegales que las hace invivibles e inoperable el periodismo, la mejor manera de callar es la muerte.

Hay países donde es el gobierno el que censura" no solo de manera "formal" sino también con "un protagonismo agresivo de mandatarios dentro de un ambiente de libertades formales, lo que lo convierte en un ataque consistente y cotidiano al ejercicio del periodismo, siempre mostrando a la prensa como mentirosa, como hipócrita, es decir, desprestigiándola, y parece ser que eso es parte de todo un modelo de operación política" que consiste en "coger a la prensa y convertirla en el enemigo oficial".