Musk provoca un terremoto con la compra de Twitter

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Nueva York,19 dic (EFE).- La compra de la red social Twitter por el magnate Elon Musk se ha convertido en una de las noticias más comentadas del año y ha puesto sobre la mesa cuestiones como hasta dónde debe llegar el control de contenidos y cuáles son los límites a la hora de rentabilizar las redes sociales.

Nacida en 2006, la red del pajarito no es la más importante del mundo en número de usuarios (237 millones en 2022, frente a los 3.600 millones de Meta o los 2.000 millones de Instagram), pero se ha convertido en una herramienta esencial de comunicación para el mundo político y periodístico y hasta ha dado lugar en varios idiomas a un nuevo verbo (tuitear).

El proceso de compra de Twitter fue de entrada caótico, ya que Musk acordó un pago de 44.000 millones de dólares y luego trató de rebajarlo, lo que hizo que la compañía lo denunciara por incumplimiento de contrato.

La denuncia llegó a un tribunal especializado, pero un día antes de que arrancase el juicio, Musk escribió en su cuenta "el pajarito ha sido liberado", y fue su manera de anunciar que formalizaba la compra.

Un lavabo y miles de despidos

El primer día en que Musk puso los pies en la sede de Twitter en San Francisco, entró con un lavabo en las manos y escribió "Let that sink in" (Asumámoslo), pero ese juego de palabras escondía apenas la insinuación de que llegaba a la red con intención de "limpiarla".

Esto se tradujo en despidos de cinco de sus principales ejecutivos y de aproximadamente la mitad de la plantilla de 7.500 personas en todo el mundo -nunca se hizo oficial el número exacto-, junto a mensajes de que los restantes deberían dejarse la piel y "trabajar muchas horas a alta intensidad" para sacar adelante las nuevas ideas de Musk, fueran las que fueran.
Ese último mensaje más las repetidas proclamas de que Twitter estaba demasiado atenazado por la autocensura y el control de contenidos hizo que muchos más trabajadores se marchasen voluntariamente y denunciaran que la red, sin filtros de control, se llenaría de mensajes de odio.

Musk había dicho en días previos a su llegada que no convertiría la red en "un infierno anárquico", pero quería que esta fuera en adelante "una plaza pública común" donde se pudiese debatir "una amplia gama de opiniones de manera saludable, sin recurrir a la violencia". Llegó a decir, de manera rimbombante, que quería contribuir así "al futuro de la civilización".

Dio orden de rehabilitar algunas de las cuentas suspendidas por difundir bulos, pero lo más llamativo estaba por llegar: lanzó una encuesta en línea para que los usuarios votasen a golpe de tuit si debería restablecer la cuenta de Donald Trump, suspendida tras el asalto al Capitolio.

Más de la mitad de los 15 millones de participantes dijeron que sí. Musk abrió entonces la puerta a Trump con el mensaje de "Vox populi Vox Dei" ("La voz del pueblo es la voz de Dios").

No es la única encuesta que ha llevado a cabo desde entonces, en la última, cuyos resultados se han conocido este lunes, ha preguntado a los usuarios de la red si debía seguir dirigiendo la plataforma: un 57,5 por ciento de seguidores de la red social ha votado «no», mientras que un 42,5 por ciento ha optado por el «sí».