Aunque la suerte de nuestro proceso de paz se encuentre en suspenso, hay una realidad que permanece en Colombia: el narcotráfico. Por eso, es necesario reorientar la política de drogas a partir de información sobre lo que funciona y lo que no funciona, dirigiendo recursos hacia estrategias efectivas que den resultados.
Hace apenas un mes, hicimos un debate en el Senado de la República y asistimos a un foro en la Universidad de los Andes, para hablar sobre la inconveniencia de reanudar las fumigaciones aéreas, pues amplios estudios prueban su baja efectividad y el alto costo que demandan para combatir los cultivos ilícitos.
Encontramos por ejemplo, que para reducir el cultivo de coca de 1 hectárea, se deben asperjar aproximadamente 33 hectáreas adicionales cada año. Como si esto fuera poco, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado sobre los efectos del glifosato en seres humanos, afirmando que puede provocar un tipo de cáncer del tejido linfático, tumores en piel, enfermedades dermatológicas y hasta perdidas no deseadas de embarazos.
Ecológicamente, sus efectos no son menos agresivos. Expertos indican que los procedimientos necesarios para transformar una hectárea de coca, en pasta o base de coca, desechan 150 Kg de precursores químicos sólidos y 57 galones de líquidos, generando graves consecuencias negativas en el medio ambiente.
Por todas estas razones, reiteramos que el éxito de una política contra las drogas no puede estar medido en resultados como la existencia o no de matas de coca o en estrategias que golpeen a los más débiles en esta cadena, es decir a los campesinos. Es urgente desarrollar nuevas tácticas, dirigidas específicamente contra quienes se lucran de este negocio ilegal.
Los verdaderos criminales y narcotraficantes son los dueños de los laboratorios y cristalizadores en Colombia, no son los campesinos cultivadores. Por eso, debemos redoblar los esfuerzos para combatir la infraestructura de este negocio que es su verdadero ‘talón de Aquiles’. Atacar los cristalizaderos de manera decidida, es una salida efectiva a este flagelo.
Los miembros del Consejo Nacional de Estupefacientes debían presentar el pasado 25 de octubre la nueva estrategia del país, para combatir la presencia de hoja de coca y evitar que se sigan incrementando las hectáreas de este cultivo. Esperamos que utilicen la evidencia científica, las cifras y los estudios que están sobre la mesa, pues solo así, acabaremos con el mayor dinamizador de la guerra que tiene nuestro país.