JEP: justicia espacial para la parcialidad

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com

Al hacer entrega de las armas, supuestamente el proletariado  o gran parte del pueblo colombiano piensa que con ese generoso detalle la Farc selló  50 años de beligerancia en el país y entregó a esta nación el estallido de la paz.

 

Contrario a muchos de lo creemos que la historia de Colombia no tiene nada que agradecer a los que aún tienen al país sumido en la más alto estado de abatimiento, no tiene nada que agradecer, a los creyeron contribuir en dejar que el país viva hoy la época de absoluta normalidad, cuando realmente el país vive momentos de fatigas, se encuentra desquiciado y confundido, y no se puede negar, que tiembla ante la perspectiva de nuevas e inminentes catástrofe.

 El mundo es testigo que en Colombia es imposible declarar restablecido el orden público; semejante declaratoria sería una necia falsedad; entraría a afirmar un hecho que en realidad no existe, lejos de hallarse restablecido, el orden público se halla hondamente perturbado, a lo cual contribuye a intrincados problemas de diversos géneros de ciertas ambiciones políticas que el “espíritu revolucionario” procuran enredar hasta lo infinito.

Hoy, Jesús Santrich, se encuentra gozado de su liberta y pasará de la cárcel hasta lo más alto de la legislación nacional, como si toda su historia de atentados no fuera bastante a demostrar su índole y su tendencia, diez lustros de constante tortura a la nación, la más encarnizada y pertinaz, probarían hasta la saciedad que es imposible reprimirlo de otra manara que por medio de la fuerza.

Aún se encuentran en los suelos de Colombia las lágrimas de tantos hogares sumidos en la orfandad y en la miseria, cuando el país no ha olvidado que en los campos de Colombia no han secado la sangre de los ciudadanos que dejaron insepulto, cuando apenas un año le demostraron con pruebas de alta contundencia su “preámbulo” al narcotráfico , no conforme con dejar al país en el más alto grado de postración y aniquilarla hasta la saciedad, tradujo su conducta en el  terrorífico negocio de alcaloides, a recibir grandes dádivas a cambio del envenenamiento humano,

La decisión de la corte de poner en libertad a un cabecilla de fuerzas rebeldes que por  50 años contribuyó a colocar al país adosado a la miseria y a vivir en intimidad con la escasez y el desamparo, es fomentar a los demás insurgentes plausible pretexto para volverse alzarse en armas. En  este caso era preferible dejar encendida la llama de la guerra, a ver pasear por nuestros ojos los protagonistas de tantos males que hoy aquejan a Colombia y que aún no han agotados sus fuerzas para dejar a Colombia sumida en el más profundo desconcierto. En el caso se Santrich, la justicia no ha operado con cimiento de equidad, más bien la parcialidad se ha impuesto ante lo razonable y lo justiciero.