El último veto al Cónclave y la abolición decidida por Pío X

Internacional
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En el Cónclave de 1903, el emperador de Austria decidió hacer uso del jus exclusivae, bloqueando la elección del siciliano Rampolla. Tras subir al trono pontificio, Pío X abolió el antiguo derecho de veto, tolerado, pero nunca concedido oficialmente a las grandes monarquías católicas, reforzando el secreto del proceso de votación. Los detalles de aquel episodio histórico se encuentran en el Archivo Apostólico Vaticano.



Excluir cualquier injerencia externa en la elección papal y garantizar la libertad absoluta en la elección del Romano Pontífice. La constitución apostólica Commissum nobis fue promulgada por San Pío X el 20 de enero de 1904 para abolir el aclamado derecho de veto o jus exclusivae, por algunas naciones de tradición católica, ejercido por última vez en el Cónclave de 1903 que había elegido al Papa Sarto el año anterior. Una elección de la que conocemos muchos detalles gracias a una abundante producción de memorias, posteriormente prohibidas.




De la selva al cónclave: los papables con alma latinoamericana

Desde la selva paraguaya hasta las negociaciones de paz en Colombia, varios de los cardenales que se perfilan como sucesores del papa Francisco han tejido vínculos profundos con América Latina. El cónclave que comienza este miércoles en el Vaticano no sólo elegirá al próximo pontífice, sino que también pondrá sobre la mesa trayectorias marcadas por una conexión especial con la región.
La muerte del papa Francisco abre una nueva etapa en la Iglesia católica y, con ella, la posibilidad de que su sucesor también lleve en su historial un compromiso estrecho con América Latina. Muchos de los papables que participarán en el cónclave que comienza este miércoles tienen, más allá de su nacionalidad, una historia forjada en tierras latinoamericanas.



El juramento de ascensoristas, confesores y personal de limpieza que participan en el cónclave

Aunque estos días todas las miradas están puestas en los cardenales electores, hay un grupo de personas —incluidos laicos y eclesiásticos— que, desde el anonimato y con absoluta discreción, vela por cada detalle para que el cónclave se desarrolle sin errores.

Nada de lo que ocurre entre los muros vaticanos puede trascender, y todo el personal implicado en este evento crucial debe prestar juramento y comprometerse a guardar el más estricto secreto sobre lo que vive durante estas jornadas que mantienen en vilo al mundo entero.

Por ello, los oficiales y encargados del cónclave, previamente aprobados por el cardenal Camarlengo, Kevin Farrell, y los tres cardenales asistentes, prestaron juramento el pasado lunes 5 de mayo en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico.