Alerta regional en América

Editorial
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Con cerca de 18.000 muertos y más de 270.000 casos confirmados por Covi-19, Brasil, epicentro de la enfermedad en América Latina, se ha convertido en un vecino incómodo para los diez países con los que comparte frontera.

 

Ya han surgido críticas en los países colindantes ante la actitud pasiva del Gobierno de Jair Bolsonaro que desde el principio ha restado importancia al coronavirus y que no ha atajado una pandemia cuyo primer caso latinoamericano se dio el 26 de febrero en Sao Paulo.

Brasil, tercer país del mundo con más casos después de Estados Unidos y Rusia, está perdiendo aliados a medida que aumentan los contagios. Esta misma semana, el presidente Donald Trump dijo que se plantea vetar la entrada a su país a los brasileños que ingresan por los aeropuertos de Orlando y Fort Lauderdale, ya que la mayoría de los viajeros desde Brasil y Latinoamérica llegan a Florida y no quieren que llegue gente contagiada e infectada.

Con Argentina, vecino y socio más cercano, también hay enfriamiento. Unas declaraciones de su presidente Alberto Fernández que, de forma velada, decía que Brasil era un mal ejemplo en la lucha contra el coronavirus, levantó una airada declaración de Bolsonaro que afirmó que el país camina al socialismo y tiene miles de muertos menos que Brasil por la diferencia en la cantidad de habitantes.

Según los datos, el factor poblacional es en parte determinante. Una de las razones es la población de Brasil - 210 millones de personas; pero, en segundo grado, es la irresponsabilidad que ha demostrado Bolsonaro frente a la pandemia, una respuesta sin rigor científico que ha restado importancia a la Covid-19.

Desde primeros de mayo, Uruguay aumentó el control sanitario en las fronteras al ver con preocupación la aparición de casos del lado brasileño en localidades limítrofes y se tiene seis localidades de frontera, que son binacionales y son fronteras de tráfico fácil. Colombia, que además logró la reunión de los cancilleres, decidió incrementar la presencia militar a lo largo de la frontera con Brasil, a medida que aumentan las infecciones y muertes en el Amazonas, uno de los departamentos colombianos más afectados, con el objeto de frenar casos importados. Leticia, comparte frontera, una carretera polvorienta y ruidosa, con la ciudad brasileña de Tabatinga, que cuenta ya con 525 casos y 47 óbitos, liderando así el escalafón nacional de mayor número de muertos por cada 100.000 habitantes.

Contrariamente a lo que se ha visto en Colombia, protegiendo Leticia, en Perú no habido declaración oficial de ningún tipo. En las redes y entre analistas hay muchas críticas a Bolsonaro e, incluso, miedo por lo que está pasando en Brasil. Perú, con 32 millones de habitantes, es el segundo país más afectado en Latinoamérica con cerca de 100.000 casos, solo por detrás de Brasil, y ha mantenido una política diametralmente opuesta al gigante suramericano.

Más al norte de Brasil, otro vecino, Venezuela anunció un nuevo toque de queda en tres municipios limítrofes con Colombia y Brasil ante un repunte de casos de la Covid-19, un aumento que el país vincula al retorno de venezolanos en medio de la pandemia.

En este campo, el Gobierno de Brasil se adelantó al desplazar al comienzo de la crisis sanitaria a tropas militares hasta Pacaraima, en el estado de Rorima y fronterizo con Venezuela para evitar el retorno de migrantes venezolanos. Pacaraima contabiliza 75 casos confirmados, un aumento del 36,3 % en una semana, mientras que en Bonfim, también en Roraima y que limita con Guayana, el avance del virus en el mismo período fue del 76,4 % hasta los treinta contagios.

La presencia militar puede frenar el intercambio social pero no hay que olvidar que Brasil cuenta con un total de 16.885 kilómetros de línea fronteriza, lo que lo sitúa en el tercer lugar de países con fronteras internacionales terrestres más largas, después de China y Rusia. Controlar estas dimensiones continentales y con ríos como el Amazonas que suponen vías fluviales de comunicación que no atienden a mapas políticos, es un trabajo complicado en unas comunidades acostumbradas.

Mientas las cifras de contagio al alza van en paralelo a los datos económicos a la baja, la región contiene la respiración en cada movimiento en el Palacio de Planalto, sede del Gobierno federal brasileño.