Escrito por:
María Padilla Berrío
Columna: Opinión
e-mail: majipabe@hotmail.com
Twitter: @MaJiPaBe
Estudió economía en la Universidad Nacional de Colombia y actualmente se encuentra terminando sus estudios de Derecho en la Universidad de Antioquia. Nacida en Riohacha, radicada en Medellín. Ha realizado varias investigaciones académicas con la Universidad Nacional y se ha desempeñado como ponente en diversos eventos académicos a nivel nacional e internacional. En la actualidad es dependiente judicial y dirige el cine club de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.
El nuevo capítulo de las famosas "chuzadas", segunda parte, trae a colación una denuncia que, si fuera en otro país y bajo otras circunstancias, sería gravísimo y todo un escándalo; pero no aquí, donde todos los días nos levantamos con noticias más dramáticas y estruendosas. A los colombianos nos quitaron esa inocencia que antecede al asombro, ya nada nos descresta, o mejor dicho, ninguna noticia de un trasfondo tan grave como el del espionaje al propio Presidente es capaz de estremecernos, más bien, en vez de llamarnos a la reflexión, nos mantiene a la expectativa por puro morbo.
Por estos días, cuando el agite de los comicios que se avecinan parece sucumbir ante la oleada de "escándalos" y estruendos de todo tipo, cuando estamos ad portas de elegir el congreso, el mismo que va a tomar las decisiones más importantes sobre nuestro devenir en los próximos cuatro años, los portales noticiosos no saben qué colocar en los titulares, porque todas las noticias por estos días merecen la añorada "primera plana".
Este galimatías, al que nos sometemos una y otra vez, es apenas la punta del iceberg, como lo señala el mismo vicefiscal Jorge Perdomo cuando advierte que "podrían encontrarse delitos más graves", cosa que no extrañaríamos y que estamos seguros que así será. Y es que el problema no es que los descubran, el asunto de fondo aquí es identificar responsables, establecer nexos, cabezas, autores; no basta con hacer referencia siempre a los hechos.
No obstante, como siempre el realismo mágico que nos envuelve es más intempestivo que nuestra realidad, pese a los graves descubrimientos, la discusión va en una puja de precios de unos cuadros de Fernando Botero y las revueltas en Venezuela por estos días. Las graves acusaciones de corrupción de los altos mandos del Ejército se cuecen debajo de los intercambios acalorados entre el Gobierno y la oposición venezolana, así como los señalamientos de Maduro a Santos, cuando lo acusa de entrometerse en los asuntos internos de su país.
Pero bueno, el caso de Venezuela no es de poca monta, se trata de una emergencia que, aunque no se percibe de a mucho hacia el interior del país, perjudica notablemente a los habitantes de las zonas fronterizas, fundamentalmente La Guajira y Norte de Santander. No obstante, si bien la situación de Venezuela merece atención, deben definirse prioridades en tanto no puede borrarse de un pincelazo lo que está sucediendo, debe abrirse un debate serio, que nos acerque un poco más al trasfondo de todo esto, que ayude a definir una ruta de salida, porque no podemos permitir que situaciones como estas afecten nuestra institucionalidad.
Ahora, en el momento de definir emergencias, cabe preguntarse, en medio de todo, ¿qué es lo más grave? Si bien el sólo hecho de montar un cuartel de espionaje en la clandestinidad (financiado por el erario público por supuesto), acceder al correo del Presidente de la República y de los negociadores en la Habana ya de por sí es gravísimo, el trasfondo de todo ello no es más que un mensaje contundente que apunta a sabotear las negociaciones que buscan zanjar la guerra que nos consume a diario.
Y no es nuevo, los procesos de paz en este país, desde sus inicios, han contado con enemigos, tal como lo señaló en su momento Otto Morales cuando, en los diálogos llevados a cabo por el gobierno de Belisario Betancur y los grupos guerrilleros de entonces, entre ellos las FARC, dijo que habían "enemigos agazapados de la paz". Ante esta frase, y reflexionando un poco, los enemigos aún persisten, lo que no es muy claro es si siguen siendo agazapados, porque hay quienes despotrican de los diálogos abiertamente.