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Mié, Dic

Columnas de Opinión

Dicen que las encuestas son como los exámenes de laboratorio: con una pequeña muestra se sabe cómo está la salud del paciente. En este caso, la del candidato.

 Y los sondeos de este año son claros: el país se inclina por dos polos opuestos. De un lado, Abelardo de La Espriella, el outsider que representa la derecha; del otro, Iván Cepeda, heredero político de la izquierda. El centro, como siempre, parece condenado a la irrelevancia. Sergio Fajardo llegó a un techo muy bajo. Los de centro-derecha —Pinzón, Paloma y el resto del pelotón del 1%— no despegaron. Y los de centro-izquierda —Roy Barreras, Claudia López, Daniel Quintero— son como ciclistas gregarios: su función es distraer mientras Cepeda pedalea hacia el podio.

 

Todo indica que esta tendencia se mantendrá en las encuestas de enero y febrero. Si los candidatos de centro-derecha se unen a Abelardo, podría ganar en primera vuelta. Si no lo hacen, tendremos cuatro nombres en disputa: Abelardo, Cepeda, Fajardo y el que surja de la consulta. Pero lo más probable es que la segunda vuelta sea entre Abelardo de La Espriella e Iván Cepeda. El país está dividido entre quienes quieren un presidente que continúe las políticas de Petro y quienes buscan un líder independiente, con autoridad y determinación para poner orden.

 

Veamos las propuestas. En el exclusivo Club El Nogal —símbolo de resiliencia tras el atentado de las FARC-EP que dejó 36 muertos y cientos de heridos— se realizó una reunión privada convocada por la presidenta de la Cámara de Comercio Colombo-Americana (AmCham). Allí, Iván Cepeda, según reveló un medio, lanzó un mensaje que no podemos pasar por alto: su proyecto político busca culminar lo que Petro dejó inconcluso. ¿Qué significa esto? Una Asamblea Nacional Constituyente al estilo venezolano, revivir reformas fallidas en salud, pensiones y jurisdicción agraria, mantener relaciones con el régimen de Maduro, sostener impuestos asfixiantes, duplicar subsidios, estrechar lazos con China, abrir mesas de negociación con grupos criminales y entregar al Estado el control de sectores estratégicos de la economía. La pregunta es inevitable: ¿Ese es el futuro que María Claudia Lacouture y Frank Pearl están dispuestos a avalar para Colombia, aun cuando sabemos que ese camino conduce directo al abismo institucional y económico?

 

En contraste, Abelardo de La Espriella plantea una agenda diametralmente opuesta: recuperar los corredores dominados por las guerrillas, sustituir 70 mil hectáreas de coca cada año, reducir el déficit fiscal con recortes de gasto y una disminución del 40% en la burocracia estatal; implementar reformas para sanear la deuda e impulsar un modelo económico basado en libertad y emprendimiento empresarial entre otras propuestas.

 

Colombia se enfrenta a una decisión trascendental: continuar el experimento fallido del petrismo con Cepeda o apostar por un liderazgo disruptivo que promete orden y autoridad con Abelardo. Dos visiones, dos caminos. Uno nos acerca al modelo autoritario y empobrecedor que hundió a Venezuela; el otro apuesta por seguridad, eficiencia y desarrollo.

 

Las encuestas son solo un termómetro, pero la fiebre política está alta. El país no quiere tibios. Quiere definiciones. Y en 2026, la batalla será entre dos visiones opuestas: más Estado o más libertad.

Contrariamente a lo planteado por la Unidad de Planeación minero-energética (UPME), la demanda de energía en Colombia no está creciendo dentro de un rango “estable” sino por fuera de él. Recordemos que durante el fenómeno de El Niño 2015 – 2016 se registraron incrementos interanuales de hasta 8.3% (febrero/2016), posteriormente, en febrero de 2020, durante la sequía que se presentó, el aumento fue de 8.7%, en abril de 2021 el 15.5% (¡!). Y más recientemente, durante el lapso de El Niño de 2024 el crecimiento de la demanda osciló entre el 7% y el 9.3%. Es más, durante el período neutral que caracterizó noviembre de 2025 se observó un aumento interanual del 7% (¡!). Registros todos muy superiores a dicho rango, el cual, como diría el premio Nobel de la Literatura, el mexicano Octavio Paz, está a las afueras de la realidad.

La campaña que apenas comienza ya huele a farsa. Detrás de cada alianza “histórica” lo que veo es cálculo frío, pactos de conveniencia y listas armadas como si el Congreso fuera una agencia de empleo para reciclar caciques electorales.

Hace pocos días, el Consejo de Estado reiteró que el proceso de elección del Rector de la Universidad Nacional concluyó con la designación de José Ismael Peña. El Consejo Superior Universitario debe restituir en ese cargo al Rector, sin dilaciones. Quedó expuesta la acción de un Gobierno que ha convertido la autonomía universitaria en un campo para sus ambiciones y politiquería.