Y donde están las clases medias

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cecilia López Montaño

Cecilia López Montaño

Columna: Opinión

e-mail: cecilia@cecilialopez.com
La Silla Vacía acaba de realizar un análisis sobre la crisis que actualmente vive la élite colombiana, que da pie para avanzar en ese diagnóstico sobre lo que sucede con quienes ejercen todo el poder en Colombia.
Su planteamiento es que la terminación del conflicto armado con las Farc rompió lo que las había mantenido unidas porque de distintas formas, coincidían en que ese grupo guerrillero, era el gran enemigo común. Pero, de acuerdo a este análisis, una vez desaparecido ese enemigo o por lo menos la forma y presencia que había tenido en la vida del país durante los últimos cincuenta años, se terminó el elemento que de alguna manera las tenía relativamente cohesionadas.

Ahora bien, su distinta reacción frente a las nuevas rutas que han tomado las Farc, ahora partido político, ha contribuido a generar esa ruptura que hoy vive esta parte de la sociedad colombiana. En general, se dividen y se posicionan en dos orillas muy distantes. Todo esto suena muy razonable pero esta discusión debe continuar porque las consecuencias pueden ser muy serias, si no se encuentran distintas formas de reorientar al pueblo colombiano. 

Si se acepta esta tesis, en el fondo se está afirmando que muy pocas personas e instituciones nacionales, marcan la pauta de lo que se vive y se respira en este país. Lo grave es que hasta cierto punto esto es cierto, por consiguiente, surge la pregunta sobre el rol que está jugando esa creciente clase media del país, que ya supera proporcionalmente a los pobres. Se supone que precisamente por no ser de la élite tradicional, esta población más educada que antes, es la que da sustento a la democracia, la que presiona las mejores que deban llegar a beneficiar a las clases menos favorecidas. 

La pregunta que surge es cómo es posible, que el tono del debate nacional provenga de los mismos de siempre y las voces de esa nueva clase media no se escuchen. La respuesta es muy preocupante. Colombia está consolidando un sector muy importante de su población, mayoritariamente urbano, que no asume su rol como motor de los cambios que no le han convenido nunca a quienes siempre han estado llenos de privilegios. Solo hay dos posibilidades a cuál más preocupante. O esas nuevas clases solo quieren parecerse a los ricos, que en Colombia lo tienen todo, o no se les han trasmitido a través de la educación, la cultura, la familia, los valores que les darían ese carácter que en otras sociedades los han convertido en las dinamizadoras del cambio. La responsabilidad estará en el tipo de educación que han recibido, privada pero mediocre; o ante sistemas de protección a los cuales llegan, pero colados, porque las políticas universales se han sustituido por susidios a los más pobres; es decir, viven el momento sin una verdadera proyección de futuro. 

Cualquiera que sea la explicación, las anteriores u otras más, llevan a señalar la profunda responsabilidad del Estado que al ser dominado por quienes más poder tienen, ha descuidado a amplios sectores que no demandan limosnas sino oportunidades para desarrollarse como individuos. Un Estado que se ha puesto al servicio de los que mandan y si atiende a los pobres no es precisamente para que pasen a formar clase medias sino para que no perturben lo que considera que es el orden natural de las cosas. Clases medias que sienten que el Estado no las necesita y por ella no les ofrece ese acceso a derechos por el hecho de ser ciudadanos, como lo consagra la Constitución colombiana. 

Es posible que estos argumentos ayudar a entender el dominio de la polarización que nace de una élite en crisis, porque perdieron el enemigo común. Vale la pena pensarlo seriamente y discutirlo, con el fin de despertar la clase media del país para que empiece a jugar el rol que le corresponde en un país tan desigual como Colombia.