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Vie, May

El mercado público, entre el populismo y la autoridad

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cesar Arismendy Morales

Cesar Arismendy Morales

Columna: Reflexiones

e-mail: cesaridys@hotmail.com

Economista de la Universidad de los Andes y Licenciado en Ciencia Sociales de la Universidad Distrital de Bogotá. Cursó estudios de Planificación del Desarrollo Rural y Urbano en la Universidad de los Andes y en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya Holanda. Igualmente estudios de maestría en Desarrollo Regional en la Universidad de los Andes y cursos de Ciencias Políticas en la Universidad de Minnesota - Estados Unidos.



En algunos momentos el crecimiento demográfico de Riohacha ha sido calificado de moderado. Su población disminuyó por la emigración a las islas del Caribe. Eso pasó durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la bonanza petrolera en Maracaibo.

Después de la época marimbera, la población se ha disparado. Ser cabeza de playa para cruzar la frontera colombo venezolana, el auge de comercio en Maicao, el inicio de la explotación del gas, el carbón y el fenómeno del desplazamiento, la han visibilizado como ciudad de atractivos y oportunidades, pero abrumada por la debilidad en la provisión de bienes y servicios colectivos como acueducto, alcantarillado, la electrificación, vías, etc.

La ciudad ha venido convulsionando por ello. Pasamos de tener un mercado cerca al puerto en el área que ocupa hoy el Banco de la República al de la calle 13. En menos de 15 años este espacio fue insuficiente y durante los años ochenta se inició la construcción del nuevo mercado, que fue puesto en funcionamiento en 1996.

A partir de allí, se ha convertido en el núcleo más dinámico de la ciudad. Eso lo vemos con el retorno de los vendedores al viejo mercado y la densificación de ventas informales en el espacio seleccionado para ser el centro administrativo de la municipalidad.

Las autoridades de la ciudad y del departamento no han sabido establecer la magnitud de los problemas que allí se generan y como se transmiten al resto de la ciudad. Estos han sido abordados desde el populismo o desde la ortodoxia del ejercicio de la autoridad. Ninguno de los modelos arrojan resultados efectivos para corregir las tendencias que hoy priman. En 1994 Carmen Garzón les asignó a los vendedores del mercado los cubículos en un acto populista. Por el otro lado, Luis Gómez Pimienta, con actos de autoridad trasladó a comerciantes y expendedores del viejo al nuevo mercado. Revisando la experiencia, allí operó un traslado, pero no un reasentamiento.

Un traslado solo requiere la logística y policías para hacer cumplir la orden de evacuación. Un reasentamiento, implica planeación y apropiación de los espacios asignados por parte de quienes los ocuparán.

Lo primero, es lo que ha pasado y es lo que con seguridad pasará si no abordamos el mercado como un problema de la ciudad y no de los vendedores. Para no repetir la historia del populismo y de la autoridad, es conveniente y necesario que se aborde el tema con organización. Ello implica hacer un esfuerzo por entenderlo a profundidad.

Construir una gran bodega para trasladar a los vendedores, es más de lo mismo. Para dar un salto cualitativo, se requiere que el mercado sea visto a través del prisma de un sistema integrado de abastecimiento de alimentos, vinculado a una estrategia de seguridad alimentaria y nutricional. Es una manera de que el mercado aporte al desarrollo de la ciudad y no lo obstaculice.

Crear un sistema integrado de abastecimiento requiere de una zonificación de la ciudad.

En los barrios consolidados se pueden establecer áreas específicas en donde los vendedores ofrezcan la variedad de productos a la población del área de influencia con precios contralados que se asegurarían a través de la red de servicios desde el nuevo mercado, que actuaría como centro integrador del sistema.

Estos nodos en los barrios, hay que adscribirlos a la estrategia de seguridad nutricional, ya que a partir de la cercanía a las escuelas, colegios y hogares suministrarían los alimentos que se requieran. Si organizamos un sistema descentralizado de provisión de alimentos a la población, no necesitaremos mucha inversión en bodegas. Rescataremos el espacio institucional del viejo mercado y pondremos a disposición de los niños, niñas, jóvenes, músicos, deportistas y los ciudadanos, los espacios públicos que hoy se niegan.



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