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Vie, May

Somos buenos padres y malos ciudadanos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cesar Arismendy Morales

Cesar Arismendy Morales

Columna: Reflexiones

e-mail: cesaridys@hotmail.com

Economista de la Universidad de los Andes y Licenciado en Ciencia Sociales de la Universidad Distrital de Bogotá. Cursó estudios de Planificación del Desarrollo Rural y Urbano en la Universidad de los Andes y en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya Holanda. Igualmente estudios de maestría en Desarrollo Regional en la Universidad de los Andes y cursos de Ciencias Políticas en la Universidad de Minnesota - Estados Unidos.



La investigadora María Mercedes Cuellar, hace algunos años reflexionaba y evaluaba la cantidad y calidad de las organizaciones políticas y sociales, su grado de organización, los procesos emprendidos por las juntas de acción comunal y los organismos no gubernamentales.

El motivo era determinar la correlación entre la madurez institucional de las organizaciones de base comunitaria con el grado de desarrollo económico, social y político del país, es decir, el estado del capital social.

El capital social y su relación con el nivel de desarrollo en Colombia pueden ser medidos por la institucionalización, formación y coordinación que las organizaciones políticas, comunitarias y comunales tienen para emprender colectivamente proyectos de desarrollo.

Las primeras conclusiones sobre el estado del capital social, determinaron que Colombia al inicio del siglo XXI presentaba un capital social de carácter adverso, que le generaron restricciones a su capacidad de desarrollo, pues el clientelismo político y la corrupción los capturó y delimitó en torno del cumplimiento de la misión comunitaria.

La reducida capacidad de liderazgo, el bajo nivel de organización, la poca formación académica, las debilidades en la formación en gobierno y el bajo nivel de probidad de sus más importantes gestores, determinaron la calidad de su estructura, coherencia y por supuesto, la capacidad de transformarse en interlocutores válidos para la administración gubernamental del orden nacional, regional y municipal.

El balance para el país no fue bueno. Al revisar las cifras utilizadas en la investigación se encuentra que los más bajos niveles están en la Costa Atlántica y por supuesto en el Departamento de La Guajira. A nuestro interior el capital social es catalogado como perverso, ya que las acciones políticas y sociales que emprendemos no trascienden la unidad familiar. Somos buenos padres pero somos malos ciudadanos. Eso lo podemos identificar con las basuras en las playas, calles, andenes, parques y baja capacidad de defender el patrimonio público., solo parece interesarnos “como voy en el viaje”.

Una de las consecuencias, es que en La Guajira los grupos políticos son expertos en ganar elecciones y en hacer malos gobiernos. Se ganan elecciones independientemente de la capacidad de gobierno y se gobierna administrando situaciones, sin enfrentar sistemáticamente los problemas que por su persistencia se incorporan al paisaje social. Cuando se actúa parcialmente sobre ellos, es porque son urgencias políticas. No se enfrentan de acuerdo a una selección planificada en relación con el valor que tienen para la población.

El estado del acueducto y alcantarillado de Riohacha, ejemplos como la Villa Olímpica en Riohacha, la inversión ineficiente de las regalías en la laguna de oxidación de Riohacha, los problemas de salud que aún mantenemos a pesar de la alta cobertura, el actual estado del sistema educativo regional, las obras inconclusas en Maicao y San Juan del Cesar, la cambiadera de alcaldes, son ejemplos para no repetir. Los guajiros esperamos que en esta generación de gobernantes las cosas mejoren sustancialmente para bien de todos.



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