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Vie, May

Los wayuu entre la integración y el conflicto

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cesar Arismendy Morales

Cesar Arismendy Morales

Columna: Reflexiones

e-mail: cesaridys@hotmail.com

Economista de la Universidad de los Andes y Licenciado en Ciencia Sociales de la Universidad Distrital de Bogotá. Cursó estudios de Planificación del Desarrollo Rural y Urbano en la Universidad de los Andes y en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya Holanda. Igualmente estudios de maestría en Desarrollo Regional en la Universidad de los Andes y cursos de Ciencias Políticas en la Universidad de Minnesota - Estados Unidos.



Las relaciones entre Colombia y Venezuela nuevamente se ven comprometidas, afectando con ello el espíritu integracionista, el respeto y la convivencia pacífica que existía entre los países de la subregión andina. Los presidentes Maduro y Santos recurren a polémicas estrategias.

El primero, invoca la Revolución Bolivariana y a la autodeterminación, el segundo, para seguir con más de lo mismo. En el actual escenario de contradicciones políticas, ya son evidentes las restricciones económicas al flujo de las exportaciones colombianas hacia Venezuela, que por dichas motivaciones cada vez más se hacen menores.

El acuerdo que Colombia negoció con Estados Unidos para que miembros de la fuerzas armadas norteamericanas usen bases militares nacionales en el proceso de colaboración de la política de control del narcotráfico y el terrorismo, fue en el pasado el más importante detonante en la profundización de una crisis que cada día parece tener nuevos matices y consecuencias adversas en lo macroeconómico, estimadas en el 2% del PIB.

El conflicto ya tiene una expresión subnacional. En el eje Zulia – La Guajira la situación afecta a 14 municipios por el lado venezolano y a 15 por el colombiano; 2.6 millones de personas están involucradas, incluidas 612 mil indígenas wayuu que diariamente comercian con arroz, jabón para lavar, harina, aceite, cereales, salsas, sazonadores, pollo congelado, huevos, papel higiénico, jabón de tocador, azúcar, crema dental y detergentes.

El teatro de las crisis y las pugnas entre los dos Estados nacionales se expresa en su territorio ancestral. Lo que en el pasado reivindicaba la actividad económica de un pueblo histórico entre los dos países, la militarización por parte de Venezuela y los excesos de la DIAN en Colombia, han servido para avergonzar a los wayuu y deslegitimar su preexistencia en el territorio fronterizo.

Con las actuales dificultades políticas, los wayuu han quedado en medio del conflicto. Para evitar las tensiones que generan los ciclos de crisis – negociación, conflicto- integración entre los dos Estados ya se escuchan voces sobre la necesidad de solicitar que a este pueblo indígena se le dote de un estatuto especial reconociéndole su autonomía política y administrativa en su territorio ancestral, es decir, que permita renegociar su adscripción en ambas naciones.

Las burocracias nacionales deben comprender que las áreas fronterizas son más que una sumatoria lineal de puntos y rayas con puestos militares, alcabalas y policías para la defensa de la soberanía. Son algo más que una indeterminada cantidad de puntos geográficos que se distribuyen en un espacio común. La frontera colombo venezolana por el lado de La Guajira, no es un lindero físico y geográfico vacio, es una espacio social con un pueblo histórico con identidad propia. Los ciclos de tensiones entre los dos países han venido limitando el desarrollo económico y social de los wayuu.

Los modelos económicos nacionales han generado en el territorio un desarrollo desigual y desequilibrado que se manifiesta en la existencia de baja identidad entre los intereses nacionales y los intereses de este pueblo indígena que se mueve en un circuito de relaciones e intercambios que se activan y desactivan en función de las políticas que los Estados asumen centralmente. Sólo a través del reconocimiento binacional de su autonomía, los wayuu podrán convivir con dignidad en su legítimo territorio.



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