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Vie, Abr

Las vicisitudes de un habitante de calle barranquillero en Riohacha

Jorbis Ramith Osorio Pérez, duerme en los mangles que se encuentran en la Laguna Salada.

Municipio
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“Trabajo honradamente para comparar lo mío y no le hago daño a nadie”, con esta frase empieza el relato sobre su día a día un habitante de la calle en Riohacha, uno de muchos que anhela salir de esa ‘vida’ pero el vicio es más fuerte.

Su nombre Jorbis Ramith Osorio Pérez un joven de 28 años, respetuoso y amigable, su apariencia bastante descuidada por falta de aseo y una buena nutrición. Vive en los manglares por la circunvalar, ahí se refugia del sol y la lluvia en un cambuche en el que duerme hasta que el cuerpo le pide otra dosis.

Cuenta que inició a consumir a los 14 años por la influencia de los amigos, empezó por el cigarrillo de marihuana, hoy día consume ‘el popular polvo’ como él la llama mientras afirma haber experimentado con todo, que experiencias que hicieron que su vida se deteriorara hasta el punto de convertirse en un habitante de calle.

“Diariamente salgo a cualquier hora a recoger los desechos plásticos, latas y todo lo que se pueda reciclar para venderlo en la chatarrería, no pido plata porque me da pena, trabajo para comprar mi vicio”, afirma Jorbis Ramith, quien dice que de la venta diariamente en la recicladora obtiene entre los 40 y 50 mil pesos, pero todo lo invierte en sus ‘dosis’ y con pena reconoce que con ese dinero podría hacer algo productivo.

Este joven nació en Barranquilla, en el municipio de Soledad, Atlántico, de donde le tocó huir para resguardar su vida, “me echaron la culpa por una mercancía que se perdió y me querían matar, preferí dejarlo todo para salvar mi vida y la de los míos”, comentó en medio de lágrimas, mientras recuerda a su madre, hermanas e hija a quienes dejó hace dos años cuando salió de su ciudad natal en busca de refugio y fue así como llegó a Riohacha donde ha conseguido un poco de tranquilidad en medio de tantas tormentas.

De vez en cuando se comunica con su familia a quienes anhela volver a ver y abrazar, dice que se llena de fuerzas para salir del vicio que no lo deja acercarse a ellas, pero vuelve a caer. Le echa la culpa a ‘espíritus del mal’ a quienes acusa de tenerlo amarrado y perturbarle la mente para que consuma siempre.


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