Las olas del mar Caribe son testigos del trabajo de quienes subsisten a través de la pesca en Riohacha.
"Se deben saber de muchas cosas para ir a pescar. Desde mecánica para arreglar el motor en altamar, hasta saber de economía, para sacar la cuenta de lo ganado en la faena de pesca", indicó Pedro Inciarte.Regularmente la jornada laboral empieza a de las 4:00 de la mañana, entre dos y cuatro personas por cada lancha quienes se disponen a prepararse para zarpar. Verifican que tenga la gasolina suficiente para el viaje, utilizarán cuatro garrafas.
El combustible se debe contrabandear con anticipación a 95 mil pesos por cada garrafa.A veces, la fuerza de las olas y el peso de la carga hacen que las fibras del transporte se agrieten y empiece a filtrarse agua, la reparación debe hacerse de inmediato porque esta unidad es su principal activo.Las mallas para la red tienen un valor de 5 millones de pesos por paca (125 kilos cada una), las necesarias para hacer un viaje productivo.
¿Existe un miedo? Uno de ellos respondió: "Mi temor es no poder volver a encontrarme con mi familia, porque el agua es sagrada y en cualquier viento fuerte, podemos desaparecer".Una vez en altamar se encuentra con el desafío de cada día, encontrar o no mercancía: peces.
"Hay días buenos y malos, de eso depende en gran parte la mesada en nuestros hogares", explicó un pescador.Allá, en el altamar, se quedan los esfuerzos de hombres que pelean con los brasas del sol y el chispoteo del agua salada. Una vez desayunado, almorzado y tener la barca llena de especies marítimas se disponen a regresar a la orilla pasadas las 3:00 de la tarde, para tocar tierra nuevamente, lugar al que pisan con fuerza por haber llegado con vida.