La falta de control de las autoridades en esta ciudad de la frontera, con los conductores, dueños de vehículos y los mismos pasajeros, podría llevar a una tragedia en cualquier momento.
Es común ver en esta ciudad, conductores manejando bajo los efectos de licor tanto en el día como en la noche, no solo los fines de semanas, sino cualquier día de la semana, poniendo en riesgo no solo la vida de los ocupantes del automotor conducido por borrachos sino la integridad de los mismos transeúntes que ven impotentes cómo estos circulan sin ninguna restricción ante la mira atónita de estos irresponsables.
Los fines de semana se incrementan el número de conductores manejando borrachos y con potentes equipos de sonido afectando la tranquilidad de la ciudadanía en general debido a los altos volúmenes que usan en los vehículos. Otro problema que las autoridades no han sido capaces de controlar y que cada día se crece en perjuicio de la ciudadanía.
El descontrol en la movilidad alcanza niveles sorprendentes, pues tanto colombianos como venezolanos conducen a velocidades supersónicas en el centro de la ciudad y con elevados pillotes y racimos humanos, los cuales pasan sin control alguno frente a la misma estación de policía y en las narices de los agentes de tránsito.