Escrito por:
Cesar Arismendy Morales
Columna: Reflexiones
e-mail: cesaridys@hotmail.com
Economista de la Universidad de los Andes y Licenciado en Ciencia Sociales de la Universidad Distrital de Bogotá. Cursó estudios de Planificación del Desarrollo Rural y Urbano en la Universidad de los Andes y en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya Holanda. Igualmente estudios de maestría en Desarrollo Regional en la Universidad de los Andes y cursos de Ciencias Políticas en la Universidad de Minnesota - Estados Unidos.
Para bien de sus habitantes, Colombia ha venido cambiando aceleradamente. La realidad económica y social de los años ochenta no es la misma de hoy.
Aunque prevalece el conflicto interno como reflejo de las injusticias de la concentración de la riqueza, en otros escenarios como la educación, demografía y desempeño laboral, el mejoramiento general se hace evidente con las actuales cifras, cambios contundentes que se han conseguido producto del esfuerzo de las mujeres.
En medio de la violencia intrafamiliar que las agobian, ellas han venido dando importantes saltos cualitativos. Mientras que los hombres persisten en el modelo del maltrato tolerado y muy pocas veces denunciado, estas en su silenciosa resistencia, han venido produciendo impactos que la sociedad aún no reconoce. En cuarenta años la educación, la demografía y el mercado laboral de Colombia se transformaron producto de la revolución callada de nuestras compañeras de vida: Las mujeres.
La revolución de las mujeres es tan significativa, que en el grupo social de 15 a 24 años presenta mayores niveles de escolaridad que los hombres. Mientras ellas mantienen un promedio de nueve años de escolaridad, los hombres se han venido rezagando con ocho años y se pronostica que la brecha se incrementará a favor de las mujeres en los años venideros caracterizados por el cambio tecnológico y la masificación de la educación virtual. En ese mismo rango de edad, hoy existen más hombres analfabetas que mujeres. El 2.9% de los hombre presentan esta condición, mientras que el 1.8% de las mujeres se clasifican como tales.
De acuerdo a las investigaciones y proyecciones realizadas por Harold Banguero, profesor adscrito al Centro de Estudio de Desarrollo Económico de La Universidad de Los Andes, con la tendencia de la tasa de fecundidad de 6.8% entre 1960 - 1965, Colombia actualmente estaría cercana a los 60 millones de habitantes. Las mujeres se encargaron de torcerle el cuello a la misma por encima de sus concepciones cristianas y han situado la tasa de fecundidad en 2.6% entre los años 2000 – 2005.
Igual ha sucedido con el empleo. La participación del género femenino se hace presente de manera vertiginosa en la tasa de participación laboral del país. De 30% en la década de los años setenta ha pasado al 58% al iniciar el siglo XXI y ha venido subiendo en los últimos años. Se reconoce que entre la remuneración de los hombres y las mujeres aún existe una gran diferencia a favor de los primeros, aunque una reciente investigación del Centro de Estudios Regionales del Banco de La República pone en duda dicha generalidad y admite que en profesiones como la física, la arquitectura, la nutrición, la literatura y la microbiología las mujeres salarialmente se sitúan mejor que los hombres. La exministra y economista mexicana Georgina Kessel ha manifestado que en las empresas que cuentan con "cuerpos directivos mixtos" reducen en un 20% el riesgo de quiebra.
Pero el más grande salto está en proceso y todos debemos esperarlo. Amartya Sen lo denomina la “agencia”, es decir que la voz de las mujeres se note fuerte y altiva en los espacios privados y públicos, que le permitan de manera definitiva participar activamente al interior de la unidad familiar y en la sociedad. Es por ello que en La Guajira ya es hora de superar la concepción que se mantiene de la mujer como ama de casa o vientre único de la reproducción física y generacional de nuestros hijos.