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Lun, Abr

"La economía va bien", ¿Y el país?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

María Padilla Berrío

María Padilla Berrío

Columna: Opinión

e-mail: majipabe@hotmail.com

Twitter: @MaJiPaBe

Estudió economía en la Universidad Nacional de Colombia y actualmente se encuentra terminando sus estudios de Derecho en la Universidad de Antioquia. Nacida en Riohacha, radicada en Medellín. Ha realizado varias investigaciones académicas con la Universidad Nacional y se ha desempeñado como ponente en diversos eventos académicos a nivel nacional e internacional. En la actualidad es dependiente judicial y dirige el cine club de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.



No hay que ser ambientalista ni defensor acérrimo de los animales para percibir con impotencia y horror el desastre ecológico que protagoniza el Casanare por estos días. Las imágenes de hectáreas y hectáreas devastadas por la sequía, aunada al paisaje dramático de miles de animales víctima del desastre ambiental, coloca al país frente a una pared gigante, quizás con el espejo del futuro, donde debe reflexionar acerca de lo ocurrido y trazarse planes para mitigar los impactos de estas olas veraniegas, sin mencionar la hecatombe ambiental que se avecina por cuenta de la minería.

Pero el asunto no es solamente Casanare, guarda estrecha relación con un tema en el que, como siempre, somos cabeza. Por estos días, y en medio de la crisis medioambiental devastadora que nos muestra el Casanare, asistimos además a recibir el deshonroso premio de segundo país con más conflictos de medio ambiente a nivel mundial, después de la India. Así quedó evidenciado en un estudio financiado por la Unión Europea.
Y entonces, frente a la devastadora evidencia de la destrucción ambiental que pone a Colombia dentro de los países con mayor amenaza a su biodiversidad, cargamos con los desastres que faltan aún por manifestarse, y que cobrarán un precio altísimo en zonas como la Sierra Nevada, por decir lo menos. Es más, el nivel de inconsciencia es tal que se han llegado a conceder licencias mineras en zonas como el Amazonas, lo que ha encendido las alarmas en tanto algunos estudios señalan que a 2030 la quinta parte de Amazonía colombiana habrá desaparecido.
¿A qué hora nos convertimos en ese país agreste con el medio ambiente? Esta es la parte más polémica si tenemos en cuenta que hasta principios de siglo éramos uno de los países con mejor manejo ambiental, según los estudios de la Universidad de Yale con Columbia, en los cuales Colombia pasa del puesto 17 al 87 del índice de manejo ambiental en cuestión de cuatro años, del 2010 al 2014. Y no es para menos, el Atlas Global de Justicia Ambiental evidencia que entre el 2002 y el 2010 los títulos mineros pasaron de 2000 a 8000, un crecimiento alarmante en tan poco tiempo. ¿Las consecuencias? Apenas se están empezando a evidenciar.
¿Y quién responde? Si asumimos la máxima de que detrás de todo perjuicio existe una causa, el fondo del asunto debe llevarnos a establecer responsabilidades y plantear escenarios donde, por encima del lucro netamente económico, se pongan los intereses del planeta. Es absurdo seguir pensando en un desarrollo insostenible, como es aquél que, a su paso, sólo genera devastación y perjuicios.
Recordemos que además del desastre de Casanare, si no se toman medidas serias, los desastres ambientales se terminarán por convertir en el pan de cada día en un país tan biodiverso como el nuestro, pues, la minería indiscriminada, junto con las fumigaciones con glifosato y las hidroeléctricas, amenazan seriamente nuestro ecosistema, poniéndonos en la posición de preguntarnos si realmente nuestra riqueza en recursos naturales es una ventaja o una maldición, como lo ha planteado Stiglitz a la hora de ocuparse de este tema.
De esta manera, si bien el escenario ambiental colombiano es lamentable, es quizás más deprimente aquél en el que muchos se jactan del aumento de la inversión extranjera y la solidez de la economía del país, sin reparar en las consecuencias de ello. La actual situación, donde los escenarios serán positivos o negativos dependiendo de donde se miren, recuerda una frase bastante diciente que en los años noventa reflejó la realidad del momento, y que sigue tan vigente desde entonces: "la economía va bien, el país va mal".
De ello, entonces, cabría una reflexión: Si la minería jalona la economía, como se jactan muchos, cabe preguntarse si ese jalonamiento se mantendrá. Y a la inversa, si la minería devasta el medio ambiente, es dable entonces preguntarse si se justifica. En un futuro, cuando las mineras hayan extraído sus recursos y no quede más por extractar, la inversión se irá, pero los desastre, muchos irreversibles, se quedarán con nosotros reproduciendo los círculos de miseria y desolación. ¿A qué costo estamos operando entonces?



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