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Sáb, Abr

La vida es sagrada

Columnas de Opinión
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Escrito por:

María del Rosario Guerra

María del Rosario Guerra

Columna: Opinión

e-mail: comunicacionesmrg@gmail.com


He rechazado la decisión de la Corte Constitucional que permite, a través de un fallo de tutela, la eutanasia para menores de edad. También he dicho que con esta decisión la Corte continúa impregnando a la sociedad con la cultura de la muerte; así ha sido con las decisiones sobre el aborto, la eutanasia en adultos y ahora con los niños. A continuación expongo mis argumentos.

Imagínense a un tercero, a un adulto, definiendo si un niño debe vivir o morir. ¡Inaceptable! A los niños hay que protegerlos, cuidarlos, hay que brindarles todo el afecto y el cariño. Hoy podemos decir que la medicina ha avanzado no solo para mejorar y prevenir, sino también en cuidados paliativos y en la medicina del dolor. Entonces, ¿por qué le vamos a quitar la posibilidad a un niño de darle todos los tratamientos para que pueda seguir viviendo hasta que Dios lo considere? Aquí no podemos jugar a ser ‘dioses’. En este caso, dos personas (magistrados) terminan legislando por todos los colombianos y nuevamente desconociendo los principios sobre los cuales está cimentada la sociedad: el respeto por la vida.

También se ha hablado del derecho fundamental de la autodeterminación. Pues la autodeterminación no significa que cada quien haga con la vida lo que quiera, porque la vida es sagrada. La autodeterminación no se puede traducir en que un tercero decide que le quiten todas las ayudas a un menor de edad con enfermedad terminal, hasta que muera. ¿Por qué no pensar mejor en que la autodeterminación también se puede aprovechar desde los avances médicos, por ejemplo, para mitigar el dolor? Esa autodeterminación también implica, para aquellos que creemos en el valor sagrado de la vida, entender la importancia que es reconocer y aceptar el sufrimiento.

Llama la atención que se diga que con esta decisión de la Corte no habrá sufrimiento. En la vida siempre habrá sufrimiento, unas veces por salud, otras por amor, por inconvenientes económicos, por accidentes o cualquier situación; pues parte del sentido de la vida es poder superar la adversidad y la dificultad.

Colombia es un país mayoritariamente creyente, cristiano, católico y que reconoce el valor de la vida. Me imagino lo difícil que será para los médicos ejercer esa decisión, que tomará un padre o un adulto, de quitarle la vida a un niño porque está sufriendo. Además, la práctica de la eutanasia tiene una fortísima incidencia para cambiar la mentalidad en la ética médica que desde Hipócrates se ha centrado en eliminar el dolor y no en eliminar el enfermo.

Y miren la contradicción: por un lado, procuramos aumentar la esperanza de vida de nuestros ciudadanos, luchamos por proveerles más y mejores servicios hospitalarios, por conseguir apoyo estatal para adultos mayores y niños; pero por otro lado, la Corte abre la puerta para que los médicos entren en una mentalidad de eutanasia, incorporada a toda su visión profesional, dejando de lado la filosofía de Hipócrates donde el fin de la medicina es curar, y si no se puede curar al menos disminuir el dolor, o en todo caso atender y acompañar.

En Colombia lo que se necesita es fortalecer los valores desde la familia, acompañar y reforzar la red de apoyo para cuidar al enfermo y sobre todo que se le brinde cariño. La solución no puede ser acabar con lo que nos estorba, con lo que nos exige tiempo o dinero, o escoger el camino más fácil. La vida humana siempre goza de valor, independiente de su calidad, es sagrada y hay que protegerla.


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