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Mié, Abr

Las mujeres en el conflicto social

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cesar Arismendy Morales

Cesar Arismendy Morales

Columna: Reflexiones

e-mail: cesaridys@hotmail.com

Economista de la Universidad de los Andes y Licenciado en Ciencia Sociales de la Universidad Distrital de Bogotá. Cursó estudios de Planificación del Desarrollo Rural y Urbano en la Universidad de los Andes y en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya Holanda. Igualmente estudios de maestría en Desarrollo Regional en la Universidad de los Andes y cursos de Ciencias Políticas en la Universidad de Minnesota - Estados Unidos.



Con el artículo “La muerte de Omaira” publicado por Roberto Gutiérrez Castañeda en diferentes medios locales, centra la atención en diferentes elementos que no siempre son perceptibles en nuestra sociedad regional.

El ha resaltado que con este suceso se rompió uno de los patrones culturales con mayor arraigo en La Guajira, ya que muy a pesar de los escenarios de violencia en que se ven involucradas familias enteras, siempre ha prevalecido que la mujer es considerada un ser neutral e intocable. La muerte de Susan Van- Grieken, también es muy reveladora en este sentido.
En La Guajira el conflicto social se encuentra regulado por reglas específicas. Reglas de juego que establecen los participantes y que son respetadas. No se necesitan acuerdos previos, están allí, se han establecidos a través del tiempo y las tradiciones. La organización del conflicto permite determinar quienes participan en ella, el papel jugado por cada uno de los actores, condicionándose los comportamientos durante la dinámica de la confrontación, en las treguas, en los tiempos de acuerdos y paz.

El antropólogo Weildler Guerra Cúrvelo ha destacado que en los conflictos intra e inter étnicos no se permite atacar o eliminar a las mujeres. Si esto llegase a pasar, traería como consecuencia el que se involucren a los niños, lo que significa que no se respetará nada ni a nadie, de ninguno de las dos partes. Las mujeres de la familia no participan en la confrontación, ellas no tienen que esconderse, son libres, las reglas establecidas indican que pueden transitar los espacios sociales y lugares públicos de la ciudad.

En los conflictos se les asignan funciones muy particulares en torno a la muerte, ya que son las encargadas de recoger, enterrar y llorar a los muertos de la familia. Su rol es la de dejar aflorar los sentimientos, no cuestionan la guerra, cuidan a sus hombres y los aconsejan para que no vayan a los lugares donde corren peligro.

Durante el conflicto, las mujeres siguen cumpliendo con sus obligaciones de amas de casa, protegen a los que se quedan en el hogar y a los niños cimentando su función preservadora de la especie. En las conciliaciones ellas juegan un papel muy importante, ya que son las encargadas de persuadir a la familia para que acepten propuestas de finalización del conflicto, es decir, son promotoras de paz. Por todas esas razones, las mujeres en La Guajira son intocables.

Alfredo Molano ha venido argumentando y denunciando que en Colombia existe un tipo de violencia socio geográfica producida por la disputa de territorios, recursos económicos y explotación de los recursos naturales. Esta no reconoce sexos, edades y estratos sociales. Lo relevante son las demostraciones de crueldad, procesos que vienen rompiendo con normas sociales implícitas y reglas de juego explícitas que operan como tradiciones en sociedades regionales y locales. La muerte de Omaira Arismendy sucedida hace algunos años, evidencia que el sistema nacional de violencia vulneró un elemento básico de nuestro control social y lo peor de todo, es que hasta ahora hacemos muy poco para restaurar esta conducta social.



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