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Dom, May

Mirando el ombligo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cesar Arismendy Morales

Cesar Arismendy Morales

Columna: Reflexiones

e-mail: cesaridys@hotmail.com

Economista de la Universidad de los Andes y Licenciado en Ciencia Sociales de la Universidad Distrital de Bogotá. Cursó estudios de Planificación del Desarrollo Rural y Urbano en la Universidad de los Andes y en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya Holanda. Igualmente estudios de maestría en Desarrollo Regional en la Universidad de los Andes y cursos de Ciencias Políticas en la Universidad de Minnesota - Estados Unidos.



A diferencia de los estados nacionales de Europa Occidental caracterizados por ser racionales, estables y maduros en sus fronteras, los de América Latina resultan ser inestables, indefinidos, circunstanciales y 'tropicales', muchos de ellos inmersos en una democracia que aún está en proyecto.

Ello se muestra en la manera en que estos países han venido ocupando sus territorios y definiendo sus fronteras. Desde el momento en que se da inicio a la vida republicana. Latino América ha sido incoherente en su modelo de desarrollo, en especial, sobre la manera en que ha apropiado el territorio continental, marino y costero. El modelo de ocupación ha dejado muchas zonas 'neutras' en el continente y mucho más en lo insular.

Así lo vemos con el crecimiento y dinamismo del norte de Venezuela, en el sureste brasilero, en las costas de los países del Rio de la Plata, en la sierra boliviana, los andes chileno, peruano, ecuatoriano y colombiano. Todo lo que está en su entorno se hace marginal y vacío. No existe.

Debido a eso, aún se conservan disputas que a cada rato y de manera espasmódicas desestabilizan el subcontinente. Los conflictos de Venezuela con el Esequivo Guyanés, las disputas entre Argentina y Chile por el Canal del Beagle, la mediterraneidad de Bolivia generada por Chile, las indefiniciones colombianas sobre el Tapón del Darién, las reclamaciones de Colombia sobre el territorio del golfo de Venezuela y los acuerdos inestables que mantenemos con Nicaragua y Costa Rica, hacen parte de este cuadro de disputas. Todo ellos tienen el mismo origen, la existencia de un Estado que solo mira su ombligo, es decir, a su capital política y administrativa.

Desde el Virreinato de la Nueva Granada hasta ahora, solo se piensa en Bogotá, que a partir de lo administrativo, político y económico, se nos ha impuesto como el ombligo nacional que determina todo lo demás, sin merecer ser llamado el Cusco Chibcha. Vamos a cumplir 200 años de vida republicana trabajando para ese ombligo.

Hemos desconocido a la cabeza, al tronco y a las extremidades de un país inacabado que se llama Colombia, por estar con la cabeza abajo mirando cómo nos crece el ombligo, aspirando a que este se haga del tamaño del cuerpo territorial y conurbanizar al país.

El reciente fallo de la Corte Internacional de Justicia CIJ, producto de una demanda entablada por Nicaragua en el 2001, nos cogió asando mazorcas, creyendo que todo estaba a nuestro favor. Ello demuestra una vez más, que el mar opera como vacio, ya que no está en la agenda gubernamental.

Los departamentos, como San Andrés, Providencia y Santa Catalina, ni los municipios costeros tienen participación y mucho menos gobernanza sobre lo que se decide para el mar desde la Cancillería, el Ministerio de Agricultura, Incoder, el Ministerio del Medio Ambiente, la Dimar, la DIAN, la Aeronáutica Civil, la Armada Nacional, la Superintendencia de Puertos y la Agencia Nacional de Hidrocarburos.

Mientras tanto, ya se encuentra perdido el 45% del mar territorial isleño que circunda la Mosquitia, extensión marina que hace parte de la Nación Creole que le entregó esas aguas a Colombia y que por ahora pierde, porque esta ha preferido por muchos años y como idiota recrearse y gobernar para su feo ombligo.



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