El sumo pontifice presidió la segunda Audiencia General de su pontificado, en la que reflexionó sobre la parábola del buen samaritano.
El Santo Padre recordó al inicio de su catequesis, dirigida a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, que las parábolas del Evangelio ofrecen una oportunidad “de cambiar de perspectiva y abrirnos a la esperanza”.
La falta de esperanza, precisó el Pontífice, a veces se debe “a que nos quedamos atrapados en una cierta forma rígida y cerrada de ver las cosas”, y las parábolas “nos ayudan a mirarlas desde otro punto de vista”.
A continuación, recordó que Jesús propone esta parábola a un doctor de la ley que le pregunta “Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”(cf. Lc 10,25-37), y entonces Jesús le invita a amar al prójimo.
“La práctica del culto no lleva automáticamente a ser compasivos”
La parábola del buen samaritano tiene como escenario un camino “difícil y áspero, como la vida”, indicó el Papa. De hecho, el hombre que lo atraviesa “es asaltado, golpeado, despojado y abandonado medio muerto”.
“Es la experiencia que se vive cuando las situaciones, las personas, a veces incluso aquellos en quienes hemos confiado, nos quitan todo y nos dejan tirados”, destacó el Pontífice.
A continuación, León XIV precisó que “la vida está hecha de encuentros, y en estos encuentros nos revelamos tal y como somos. Nos encontramos frente al otro, frente a su fragilidad y su debilidad, y podemos decidir qué hacer: cuidar de él o hacer como si nada”.
Recordó que el sacerdote y el levita bajaron por ese mismo camino y no se detuvieron a ayudarlo. “La práctica del culto no lleva automáticamente a ser compasivos. De hecho, antes que una cuestión religiosa, ¡la compasión es una cuestión de humanidad! Antes de ser creyentes, estamos llamados a ser humanos”, remarcó.