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Jue, Mar

La ciudad de las dos ciudades (Segunda parte)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alejandro Rutto Martínez

Alejandro Rutto Martínez

Columna: Opinión

e-mail: alejandrorutto@gmail.com



En nuestra primera entrega nos preguntábamos sobre las similitudes en tres ciudades diametralmente distintas. Tan diferentes como pueden serlo Río de Janeiro en Brasil y Aguachica en Colombia. O como lo son Nueva York y Ciénaga. Continuemos hoy con el análisis iniciado.

En Río de Janeiro existe la ciudad que aparece en los boletines promocionales utilizados por las agencias de viajes con playas paradisíacas, carnavales fantásticos, estadios míticos y placeres en abundancia. Desafortunadamente existe también la ciudad de las “favelas” en donde la pobreza flagela por igual a niños y adultos. El asunto es de gravedad que a las autoridades se les ha ocurrido la idea de levantar un muro alrededor de los barrios más pobres de la ciudad. El muro de tres metros, según dijeron quienes lo proponen, ayudaría a las fuerzas de seguridad a controlar las favelas de Rocinha, Vidigal y el Parque da Cidade, zonas en donde han tenido lugar estallidos de violencia entre pandillas de narcotraficantes. ¡Definitivamente Río no tiene solo la cara amable de las garotas y el “jogo bonito” de su selección!

La situación se repite una y otra vez en las distintas ciudades: la pobreza y la riqueza coexisten como dos hermanos gemelos en todos los lugares y los países se acostumbraron a avanzar y continuar su camino hacia el pleno desarrollo sin resolver los problemas de los menesterosos.

Colombia no es la excepción en este tema. En nuestras ciudades tenemos también la Cartagena de los folletos promociónales en donde aparecen las hermosísimas playas de Bocagrande, la zona histórica del centro y la completa infraestructura hotelera; y la Cartagena de los barrios en donde la pobreza es una triste realidad con sus manifestaciones de carencias, desempleo, hambre y miseria. Yo lo mismo podríamos decir de Santa Marta, Barranquilla, Riohacha, Bogotá.

Pero, ¿cómo corregir esta situación? Obviamente no se trata de revivir el anacrónico discurso del antagonismo de clases. No se trata de nivelar a todo el mundo por lo bajo, sino de generar oportunidades para que todos los ciudadanos tengan acceso a una forma digna de resolver sus necesidades básicas insatisfechas. La pobreza no se resuelve despojando a quienes tienen sus propiedades para dárselas a los más necesitados; tampoco con el enfoque maltusiano de darle las gracias a las guerras y a los desastres naturales porque reduce el número de personas cuyas necesidades deben ser atendidas.

La pobreza debe resolverse mediante programas serios puestos en ejecución por gobiernos honestos para evitar que por la vía de la corrupción se esfumen los recursos destinados a garantizar la máxima cobertura posible en educación y salud.

Pero, definitivamente, la pobreza hay que reducirla dándole a la gente instrumentos para mejorar sus condicione y el mejor instrumento es un medio digno y honesto para obtener ingresos suficientes. Cuando una familia tiene ingresos suficientes se dedica a vivir y a disfrutar de sus bienes aunque sean escasos. Y generalmente no se dedican al robo o a la prostitución. Y tampoco interrumpen el descanso de los turistas en las playas para venderle un refresco o unas gafas.



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