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Jue, Abr

Cómo nos duele Maicao, el de los muertos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alejandro Rutto Martínez

Alejandro Rutto Martínez

Columna: Opinión

e-mail: alejandrorutto@gmail.com



El sábado 5 de junio era un día de vida: según el calendario de la ecología éste es el día Mundial del Medio ambiente y en diferentes lugares del mundo se conmemora con una programación destinada a crear conciencia sobre el daño que se le está causando al planeta y a tomar medidas para evitar que siga su terrible deterioro.

En Maicao el invierno de la semana había hecho una pausa y todos estábamos sometidos con obediencia a la dictadura del más caluroso sol del año (el sol es adicto a la democracia y reina para todos por igual para todos los ciudadanos. La temperatura era tan alta que parecía ser el anuncio de un fuerte aguacero que posiblemente se dejaría sentir en las próximas horas. La ciudad se dedicaba a los asuntos propios de su cotidianidad: los vendedores informales de gasolina anunciaban su producto a un precio más reducido de lo habitual; los moto taxistas se desplazaban de un lugar a otro para transportar a sus urgidos pasajeros y el comercio hacía lo posible por complacer el exigente grupo de los compradores que en buen número visitan el centro en el primer día del fin de semana.

Sin embargo, a eso de las once de la mañana la normalidad se rompió estruendosamente cuando en una balacera ocurrida en la calle 11, cerca a las antiguas instalaciones del Hospital San José, son asesinadas 2 personas y una más resulta herida. Pocas horas después tres ciudadanos que desprevenidamente se distraían en una tienda del barrio Lomafresca son masacrados por las balas sedientas de sangre de un insensible sicario de cuyas balas se salvan además varias personas quienes los protegió el chaleco de su buena fortuna.

La noticia corrió como pólvora y todos comenzaron a recordar los tiempos no muy lejanos de las guerras entre bandas o los ajusticiamientos por parte de paramilitares en hechos que han salido a la luz pública en las audiencias realizadas en el marco de la Ley de Justicia y paz o la masacre del barrio Santander ocurrida el 8 de noviembre del 2.008.

Pero no era hora de pensar en el pasado pues las malas noticias no habían terminado. Un poco después se supo de más muertos en el Barrio San Agustín y en el sector conocido como Los Palitos. Y desde las carreteras también llegaron informaciones sobre hechos de violencia: dos hermanos perecieron calcinados en la Ruta de la gasolina y una persona más murió en un accidente en la vía que une a Maicao con Uribia.

¿Cuántos muertos eran? Según los boletines de las autoridades fueron diez pero en las esquinas del pueblo se tenía la sensación de que eran más. Se hablaba de once y hasta de quince. El miedo se encarga de aumentar las cifras y las cifras se encargan de aumentar el miedo.

Ese 5 de junio se recordará como un día de muerte y de muertos. Muertos que tienen nombre y familia. Ciudadanos que deseaban vivir y respirar el aire puro de la libertad plena, de la existencia mejor y del porvenir claro. Muertos que dejaron viudas y huérfanos y madres que no se reponen de su terrible aflicción. Muertos que nos ponen a pensar. Muertos que nos causan dolor. Cómo nos duele Maicao, el Maicao de los muertos.



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