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Jue, Abr

Jesús, mi héroe y amigo quiere nuestra unidad

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alejandro Rutto Martínez

Alejandro Rutto Martínez

Columna: Opinión

e-mail: alejandrorutto@gmail.com



Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándonos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.(1ª. Pedro 3:8-9)

Vivir en comunión y armonía los unos con los otros es un mandato en el que una y otra vez insiste la Biblia, en consonancia con lo enseñado por Jesús a lo largo de su ministerio.

En la primera carta del apóstol Pedro aparece un verdadero tratado de relaciones interpersonales y especialmente de las buenas relaciones entre quienes creen en el ministerio del amor y en el apoyo al prójimo, en el cual hizo tanto énfasis el Maestro. Con base en el tercer capítulo de esta carta y, dentro de ella en el pasaje comprendido entre los versículos 8 y 12 haremos una análisis de lo que deben ser unas relaciones respetuosas, gratas y amables entre quienes deben compartir su espacio y su época y, sobre todo, su amor a un único dios.

1. "…finalmente vivan todos en paz y unidad". Eh aquí la primera gran invitación: la de lograr la unidad. La unidad de quienes están unidos por diversos lazos: la nacionalidad, el idioma, la cultura.

Sobre todas las cosas la unidad en el más fuerte e indisoluble de los vínculos: el de criaturas pertenecientes a la especie humana, con sus raíces comunes, su origen único en el laboratorio del Creador y su necesidad infinita de a cercarse a otros y compartir con ellos.

La unidad tiene un inicio, un cimiento indispensable y es la paz. Paz y unidad no son una sola, deben cultivarse de manera simultánea pues la ausencia de la una pone en riesgo la existencia de la otra. De ahí la explicación del categórico mandato en su viaje por el trayecto de los tiempos para llegar como una voz fresca hasta nuestros oídos: vivan todos ustedes en paz y unidad.

2. "Traten de entenderse los unos a los otros". En apariencia es tan fácil entender, pero tan difícil en la práctica. ¿Se ha preguntado alguna vez por qué determinada persona tienen un genio tan complicado o una forma de ser tan difícil de aceptar? Con frecuencias los hombres nos quejamos de lo complejo que es el carácter de las mujeres; de niños nos parecía inexplicable el comportamiento de los adultos. Entender al otro, ponerse en su lugar, apropiarse por un momento de sus afanes y angustias, hace parte del llamado a la misericordia del deseo de Dios, quien promueve, facilita y respalda el entendimiento entre sus hijos.

Entender a la otra persona consiste en escucharla, comprenderla y aceptarla tal como es, en el camino hacia el estado de plena comunión con Dios.

3. "ámense como hermanos" y a todas estas, ¿Cómo es el amor de los hermanos? No es un amor propiamente libre de disputas y ciertas fricciones. Entre los hijos del mismo padre puede haber y, de hecho los hay algunos celos y otras situaciones de mutuos rechazos. Pero, hay una condición que hace especial la relación: por más contrariedades o disgustos, siempre habrá un acercamiento, un reconcilio sincero y un olvido de las mutuas agresiones. Entre hermanos toda digresión puede ser superada, con la diferencia de que puede ser vencida por las características singulares de tener unos mismos padres, una misma crianza, y una misma sangre.



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