Durante el acto se elevaron oraciones, plegarias profundas que se mezclaron con el sonido del viento y el vaivén del mar. Las palabras pronunciadas fueron breves, pero llenas de sentido.
La Comisión Seccional de Disciplina Judicial de La Guajira se reunió en Riohacha para conmemorar el Holocausto del palacio de justicia, una tragedia que dejó huellas profundas en el país y marcó para siempre la vida de jueces, funcionarios, familias y de toda la sociedad colombiana. El acto, realizado frente al mar Caribe, fue sencillo, pero cargado de una solemnidad que habló más que las palabras.
Cuatro décadas sin olvido
Al cumplirse cuatro décadas de aquel 6 y 7 de noviembre de 1985, la memoria continúa siendo un deber. Para los presentes, recordar no solo es traer a la mente los hechos, sino honrar el sacrificio de quienes murieron en aquel escenario de angustia, fuego y silencio obligado. Muchos de ellos eran jueces de la República, hombres y mujeres que dedicaron su vida a la justicia, y cuyos familiares aún hoy llevan el peso de la ausencia y el vacío que dejó la violencia.
Un acto solemne
Durante el acto se elevaron oraciones, plegarias profundas que se mezclaron con el sonido del viento y el vaivén del mar. Las palabras pronunciadas fueron breves, pero llenas de sentido. “Con profundo respeto conmemoramos el Holocausto del Palacio de Justicia. Recordar es un deber y honrar la memoria es un compromiso con la justicia y los derechos humanos. Nunca olvidaremos,” expresaron con firmeza los asistentes en la ceremonia.
Asistieron el magistrado presidente Reinaldo Jaime González, junto a Luis Rojano Sarmiento Pérez, Angélica Gutiérrez Daza, Jorge Cerchar Daza, Alba Meza Forestieri, Orlando Ordóñez Vázquez, Erika Navarro Reales, Kelvis Mejía Gómez, Mónica Vanegas Arroyo, Antonio Maestre Torres, Carolina Carrillo Melo, Adanolis Gutiérrez Ibarra, el magistrado Jorge Isaza Jiménez, Tomás Espitia Vergara y Carlos Padilla Alvarado. Todos ellos se reunieron no solo como colegas y compañeros, sino como guardianes de una memoria que no les pertenece solo a ellos, sino al país entero.
En la mirada de los asistentes se percibió la nostalgia de lo que se perdió: la vida de compañeros, los sueños truncados y la injusticia aún sin sanar del todo. Vestidos de blanco y con una cinta negra en señal de duelo y el mar como testigo, este acto no buscó discursos grandilocuentes, sino aseverar la humanidad de la justicia. Porque recordar también es resistir. Y en La Guajira, este recuerdo sigue vivo.