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Lun, Oct

Al indígena no es al que se deba maniatar

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com

Hace unos días los medios de comunicación revelaron la captura de cinco indígenas con fines de extradición. Por lo general, estos casos de apresar a ciudadanos con fines de ser llevados al país norteño por encontrase mezclados en el negocio del narcotráfico, es casi rutinario en el país.

Casi siempre a quienes extraditan son súbditos de capos y no conocen el manejo del negocio, las grandes cabezas de este ilícito negocio muy pocas veces son apresados.

 La autoridad nacional debe comprender que los indígenas no alcanzan a comprender la magnitud de las fechorías en que son sometidos ni perciben que son perseguidos por un lisiado negocio, que, a pesar de ser productivo en altas dosis de dinero, impulsa también al envenenamiento humano. El negocio no es del indígena, la autoridad sabe que estos individuos no son cabecillas ni jefes del escandaloso y provechoso “comercio”, sin embargo, los indígenas son los capturados y extraditados

El tráfico de la droga es totalmente del traficante, de los capos, son ellos los que con sus propuestas dispendiosas y enormemente tentadoras marginas de la lealtad a las autoridades, y recorren los territorios de la nación donde las autoridades casi no se acercan, aprovechando el abandono estatal que con absoluta permanencia se encuentra la alta guajira, se acercan por sus predios a ofrecer su negocio a aquel indígena que por el abandono estatal, se levanta y se acuesta en ayuna, este individuo al ser visitado por ciudadanos a quienes no conocían, le ofrecen el levantamiento de su constante ayuno, a cambio de su lesivo negocio. Por el acoso de la hambruna el indígena llegó a mezclase entre los que tienen como negocio el envenenamiento humano. 

El poder del narcotráfico no sólo a involucrado a indígenas inocentes, también funcionarios que tienen el propósito de hacer cumplir y la misión de hacer respetar las leyes de la nación para el bien común, son los primeros en lanzar y maniatar sus ocupaciones. Basados en la lejanía de una buena investigación y convencidos de que los medios contra la honestidad y de la depravación se muestran débiles frente a sus hazañas, los hacen protagonistas de miles de irregularidades. La falta de escrúpulos se liga a la viveza, la inestabilidad crónica sugiere que aquellos que bregan celosamente por el crecimiento fiscal de la nación, aprovechen la ocasión como sea necesaria, para realizar sus fechorías y permanezcan impune ante la justicia. Tanta depravación lo inclina al sobordo. El soborno mediante este trabajo se constituye como industria para la propia autoridad que deba reprimirlo.

De igual manera aquella colectividad dispuesta a encaminar y resguardar las costas de los puertos clandestinos de nuestros océanos, también la seductora suma de dinero ha vulnerado la conciencia de estos funcionarios, quienes no guardaron cordura para la defensa de la moral de la nación, por su entrega “tal vez forzosa” a la voluntad del narcotráfico, el soborno flexionó la moralidad de los que visten con el uniforme de la patria y poseen las armas para la defensa nacional.

El indígena no posee laboratorio ni conoce la elaboración de la droga, a él le entregan la inicua “mercancía” y luego realiza la faena del “embarque”. Tampoco es dueño de ninguna nave, sólo es utilizado como idiota útil que emplean como baquiano de la región a cambio del levantamiento de su ayuno.