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Lun, Abr

¡Sueño cumplido Cacique!

Columnas de Opinión
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Escrito por:

María Padilla Berrío

María Padilla Berrío

Columna: Opinión

e-mail: majipabe@hotmail.com

Twitter: @MaJiPaBe

Estudió economía en la Universidad Nacional de Colombia y actualmente se encuentra terminando sus estudios de Derecho en la Universidad de Antioquia. Nacida en Riohacha, radicada en Medellín. Ha realizado varias investigaciones académicas con la Universidad Nacional y se ha desempeñado como ponente en diversos eventos académicos a nivel nacional e internacional. En la actualidad es dependiente judicial y dirige el cine club de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.



Dijo Fito Páez que "los sueños a veces se hacen realidad", y en esas nos mantenemos luchando por alcanzarlos, aunque cuestan mucho, algunos más que otros. De repente, una cantidad importante se hacen realidad, otros, según muchos viejos, se convierten en esa utopía que nos mantiene hasta el último minuto en pie, en medio de la resignación de no haber sido posible y la satisfacción de haberlo intentado.

Cuando pensamos en los sueños lo más cercano a ellos es algo que se disfrute, que se goce, que produzca placer. Es raro soñar con sufrir o padecer. ¿En qué consisten los sueños entonces? Algunas veces me he preguntado ello ante aquella fantasía que parece preocupar a muchos hoy día, su propia muerte. Se sueña con grandes proezas, con riqueza, con una vida tranquila, amena; pero también se sueña con la manera de morir y la forma como se llevarán a cabo las exequias.

Y por macabro que sea, para contemplar las exequias hay que pasar por la muerte, a la que vemos tan distante y lejana que pareciera que jamás nos fuera a tocar. Quizás, como lo dijo Diomedes en una entrevista, a la hora de la verdad, el mayor temor que le tenemos a la muerte radica en que no sabemos nada acerca de ella, no sabemos quiénes somos al morir, si realmente pasamos a ser nada o si existe una vida más allá de la muerte. A fin de cuentas, si supiéramos, si pudiéramos saber con certeza que servimos más, como lo dijo el cacique también, muertos que vivos, tal vez la opción de la muerte no se tornara tan cruel, pero no sabemos.

"No quiero morirme", dijo el Cacique en una popular entrevista que circula hace mucho tiempo en la web. Evidentemente soñaba con no morirse, como muchos, por las mismas razones que todos tenemos: por miedo. Pero al ir contemplando la inevitable realidad, saltándose el paso traumático del momento final, Diomedes devela también su sueño más allá de la muerte: su funeral.

Ante la contundente declaración de "no quiero morirme, ni de viejo", el Cacique se monta en una ensoñación inmediata donde reflexiona sobre su entierro, lleno de idealismos y contundente determinación: se sueña la muerte de un personaje de trascendencia, una muerte escandalosa y sonada, algo así como la de alguien que hace historia y logra causar conmoción en la sociedad que, pese a entender que es un ciclo natural de la vida, no termina de resignarse. Y acertó.

Quizás era consciente, en aquel entonces, de que su legado no se reducía solamente a la fama, sino a la huella imborrable que estaba plasmando dentro de un género musical que sólo quienes son capaces de sentirlo con el alma lo entienden. Por esa sencilla razón, atinó, en una de sus tantas canciones, que "el día que se acabe mi vida, les dejo mi canto y mi fama", y así fue, dejó un legado vasto, riquísimo, grande; un legado que empieza a transitar por las sendas legendarias del género vallenato.

Su sueño, de ver su cajón "allá en el medio y los pelaos vendiendo chicles, la viuda con pastillas pa' que no llore…", se hizo realidad, es más, posiblemente la realidad macondiana sobrepasó su sueño y desbordó lo que se convirtió en uno de los entierros más tumultuosos en la historia de Valledupar, y más impactantes también, quizás porque se mezcló lo sorpresivo con el truncamiento de la gira del lanzamiento de su último álbum, que fue apenas tres días antes de su muerte; o tal vez porque jamás imaginó que su entierro sería "el día que coincide con el nacimiento de Jesús", el mismo que inmortalizó en una de sus tantas canciones, el 25 de Diciembre, el día en que tenía "el alma de fiesta".



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