Escrito por:
Cesar Arismendy Morales
Columna: Reflexiones
e-mail: cesaridys@hotmail.com
Economista de la Universidad de los Andes y Licenciado en Ciencia Sociales de la Universidad Distrital de Bogotá. Cursó estudios de Planificación del Desarrollo Rural y Urbano en la Universidad de los Andes y en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya Holanda. Igualmente estudios de maestría en Desarrollo Regional en la Universidad de los Andes y cursos de Ciencias Políticas en la Universidad de Minnesota - Estados Unidos.
En el desarrollo de la presente campaña electoral por la Presidencia de República, durante la semana pasada los ciudadanos que hacemos parte del censo electoral de este país, sentimos un verdadero cambio de frente en las intervenciones públicas que viene haciendo el Presidente Álvaro Uribe Vélez.
Este ha dejado de atacar y macartizar a Gustavo Petro y ha enfilado toda la artillería pesada del poder contra la figura de Antanas Mockus, por el simple hecho de querer una Colombia legal con un Estado autorestrictivo, respetuoso de las normas, coherente, estructuralmente consistente y en donde la vida sea considerada sagrada. Mucho de ello tiene que ver con el desarrollo de las encuestas y los sondeos relacionados con la percepción e intención de voto de los colombianos, en donde se hace evidente la dinámica creciente del partido de los girasoles que con mucha fuerza se reproduce por todo el país. Muy rápidamente, la ola verde ha pasado de Bogotá a todo el territorio nacional.
Todo lo contrario se vive en el partido de la U, que actúa como un desgastado electro imán con figura de herradura, que busca atraer y disponer a su favor a los líderes de la politiquería que en el año 2002 el propio Presidente se comprometió a combatir.
El desespero se siente y a profundidad. Para el gobierno acaba de pasar una verdadera semana de pasión, que lo ha conducido a un túnel en el cual aún no encuentra una salida digna. La declaratoria de inexequibilidad de la emergencia social por parte de la Corte Constitucional, el nuevo ingreso de Colombia a la 'lista negra' de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la reactivación de la yidispolítica, la vinculación de los más importantes funcionarios de la Casa de Nariño con las chuzadas del Das a las Cortes y opositores políticos, la degeneración de la fuerzas Fuerzas Armadas a través de los “falsos positivos” y la corrupción en el sistema de subsidios de fomento a la producción del sector agropecuario, demuestran hechos y actuaciones por fuera de la legalidad y los preceptos constitucionales. Por todo ello, Antanas es el nuevo objetivo.
Desde hace mucho tiempo, el ex alcalde de Bogotá viene proponiéndole a Colombia el respeto de las normas. Sobre ella estructuró las acciones simbólicas y complejas que se manifestaron a través del programa de cultura ciudadana como un instrumento de sanción social para quien no le juega limpio a la ciudad, al país, a los recursos públicos y a la vida. Con hechos contundentes, Antanas ha logrado demostrar que sabe administrar una tecnología adecuada para cambiar actitudes y costumbres. Cosa que la seguridad democrática no ha conseguido para acabar la guerra.
Los colombianos y colombianas menores de 38 años que en el pasado se movilizaron sin tapujos para censurar y protestar contra la crueldad de la guerrilla, ahora se desplazan por los escalones de la pirámide de necesidades de Maslow, pasando rápidamente de la política de seguridad democrática como estado de ánimo, a la legalidad como valor para la reconstrucción social. Es decir, a un estado superior en donde se puedan satisfacer las necesidades de afiliación, reconocimiento, autorrealización y en donde la vida es sagrada.