Al cumplirse 120 años de la fundación del Liceo Celedón, recordamos a uno de sus más brillantes alumnos, quien ocupó cargos públicos de renombre y cuyo sentido social tiene raíces en la enseñanza liceísta
Sí. Pepe Vives De Andréis también fue “liceísta” así como tantas otras personalidades que han egresado de ese claustro y que llenan de orgullo a la ciudad.
Y es que Vives De Andréis inició sus estudios en ese plantel a muy temprana edad; de ahí egresó luego de estudiar literatura, siendo nombrado posteriormente director de la Escuela Preparatoria del colegio.
En el libro “Pepe Vives cuenta su vida” segunda edición, el Capítulo 7 habla de sus estudios y textualmente reza:
El Liceo Celedón
De la escuela primaria del maestro Amaya Armas, pasé el primer curso de Literatura del Liceo Celedón, donde su rector, el doctor Carlos Bermúdez, comprendió inmediatamente que no estábamos preparados para ese curso y concibió la excelente idea de formar un curso preparatorio con todos los alumnos de la escuela del maestro Amaya.
Fue realmente una idea feliz y una fortuna para todos nosotros esta magnífica iniciativa, pues el curso preparatorio se formó con un grupo de profesores selectos como Alberto Noguera, Cesar Campo, el padre Payá, el mismo Carlos Bermúdez y otros no menos ilustres.
Fue tal la preparación en algunas asignaturas que el doctor Bermúdez, profesor de Castellano nuestro y también del siguiente curso, el segundo año de Literatura, nos citaba, a esa clase superior, a contestar las preguntas de los alumnos del segundo año, que no rendían sus tareas.
Desde entonces, fui un estudiante de primera línea, ganando todas las asignaturas del curso preparatorio con notas sobresalientes.
Mi entrada al primer año de literatura fue triunfal, pues recuerdo que algunos profesores, para estimular a los alumnos, numeraban la clase por la primera letra del alfabeto, de suerte que casi me correspondía el último puesto, por ser “v” la letra de mi apellido y, después de iniciadas las tareas, ocupaban el primero, segundo o tercer lugar.
No olvido que una vez que el profesor de Aritmética, doctor José A. Iguarán A. (pariente de otro profesor no menos famoso del Liceo Celedón en la cátedra del Latín y Francés el maestro Agustín S. Iguarán), al ver que un día había bajado yo al cuarto lugar, me emplazó para que dentro del término de 3 días recuperara mi primer puesto o, de lo contrario, sería relegado al último lugar, y valga la verdad que con esta amonestación no se salió con la suya, pues en el término impuesto ya había recuperado mi primera posición en el curso.
Terminé mis estudios de bachillerato sin repetir ni habilitar ninguna materia y solamente en una, la clase de Retórica, fui calificado con un 3, que quería decir “aprobado”. Cuando el doctor Alberto Cora-dine y el maestro Arturo Acuña fueron traídos para regentar el Liceo Celedón, cursaba yo el cuarto año de Literatura. Ellos establecieron el sistema de notas anuales y de acuerdo con esas calificaciones se asignaban los premios.
El mismo año que ellos llega-ron, me concedieron los primeros premios por conducta, aprovechamiento y asistencia.
Recuerdo que al iniciarse mi quinto año de Literatura, un día cualquiera del mes de marzo fui citado a la Rectoría, al despacho del doctor Coradine, para llamarme al orden porque mis notas estaban muy bajas y se me exigía mejorarlas.
Así lo hice y volví en ese año a ocupar uno de los más destacados puestos del plantel.
En el sexto año, las cosas fueron bastante duras. Era el último curso del bachillerato y entre el profesor de Geometría y Trigonometría, el general Jorge Tribín y el rector del Liceo, el doctor Alberto Coradine, se formó una especie de rivalidad.
El doctor Coradine era profesor de Lógica y Tribín fue uno de los exa-minadores, pero en forma un poco rigurosa quiso “corchar” a alumnos de Coradine.
El hecho causó pavor entre nosotros, los alumnos, porque se rumoraba que el doctor Coradine haría algo semejante con la clase que regentaba Tribín, “rajándonos”, pero afortunadamente más nada ocurrió”.