El Gobierno de Panamá está convencido de que los precios de los alimentos no van a bajar en el país. No lo han hecho, como sí ha ocurrido en otros lugares, tras el brutal impacto de la pandemia y de la guerra en Ucrania, algo que se debe a la falta de una política agropecuaria y a los monopolios que dominan la distribución y las importaciones.
Los precios de los alimentos no van a bajar y los que digan que van a bajar están pegando mentiras debido a la situación y a la ley de la oferta y la demanda. Según las estadísticas oficiales, el índice de precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas subió un 3,4 % en junio pasado en relación al mismo mes de 2022.
Panamá, con una población de 4,2 millones de habitantes y una informalidad cercana al 50 %, tiene decenas de salarios mínimos, pero para la mayoría ronda los 380 dólares mensuales, con un ajuste cada dos años no indexado a la inflación, que es de las menores de la subregión y la canasta básica de alimentos cerró junio pasado con un precio promedio de 290,17 dólares, con alza de 4,25 dólares respecto al mismo mes del 2022.
Análisis econométricos realizados en los últimos 24 meses apuntan a que se tiene que ver una mejora de los precios de lo que se consume. Así que, lamentablemente no se comparte la perspectiva del ministro Valderrama. Las profundas distorsiones provocadas por la crisis derivada de la pandemia en la cadena global de suministros, que en Panamá se tradujo, entre otros, en que se quintuplicaron los fletes de importación, o el alza de los precios del crudo por la guerra en Ucrania son temas que impactaron en la inflación mundial, pero se han ido subsanando. Es por ello que, como ha pasado en otras latitudes, deben verse mejores precios en el mercado panameño, a menos que en Panamá las distorsiones de mercado sean por oligopolios que controlan la cadena de distribución, o por monopolios que están abusando.
La cadena de distribución en Panamá está totalmente contaminada y es un elemento tóxico que impide que haya competencia, inversión tecnológica en el agro, que tanto lo necesita, y que, en definitiva, el precio de la comida.
La alarma está prendida. Panamá tiene un mercado cerrado, en donde solamente se importan los déficit en la producción local, por lo que no puede haber libre oferta y demanda. Entonces, es claro que los precios de los alimentos pueden bajar, pero si se abren los mercados. El gran problema, es que no funciona el sistema que se ha aplicado en los últimos 40 años, con un Estado subsidiando una producción ineficiente, sin tecnología, que solo promueve la ganancia de unos pocos.
Ahora, la falta de una política agropecuaria hace que no bajen los precios de los alimentos. Solución a corto plazo no la hay, a menos que los precios bajen fuertemente en el mercado internacional, cosa difícil, entre otras cosas por la salida de Rusia del acuerdo del Mar Negro, que permitía exportar grano ucraniano en plena guerra. De hecho, el índice de precios de alimentos de la FAO registró en julio pasado 123,9 %, un 11,8 % por debajo del mismo mes de 2022 pero un 1,3 % por encima de junio pasado, un alza atribuida a la decisión rusa.
Y en Panamá, el problema de las importaciones es que hay un monopolio de tres o cuatro compañías; No hay una competencia realmente, ni en los fertilizantes ni nada.
La recomendación al Gobierno es enfocarse en la promoción de la tecnificación del agro, del cooperativismo y en aplicar intervenciones puntuales y temporales para garantizar una dieta asequible.
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