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Sáb, Dic

La graduación de la India

Editorial
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En manos de Narendra Damodardas Modi la India acumula rótulos que la consagran poco a poco como potencia mundial. Más del futuro que del presente, eso sí. Pero potencia sin la cual muchas cosas serían más difíciles, así como con su concurso será posible impulsar procesos de índole diferente, y de amplias consecuencias, desde lo tecnológico hasta lo estratégico militar.

Mientras el presidente ruso, ahora con evidentes problemas de autoridad, posaba ostentoso como jefe de una potencia que ya no es, al recibir jefes de estado africanos en busca de paz en Ucrania, el secretario de Estado de los Estados Unidos visitaba Pekín para mejorar las relaciones con la República Popular China, graduada ya como potencia mundial, y en la Casa Blanca tendían tapete rojo para recibir al Primer Ministro de la India.
Dentro de los movimientos del ajedrez internacional contemporáneo, la aproximación entre la India y los Estados Unidos reviste una importancia mayor. Acercarse a la India, en los términos del encuentro reciente entre su primer ministro y el presidente americano, es incorporar a la democracia más grande del mundo en un club exclusivo que Rusia, bajo su nueva dictadura, no puede ahora volver a pisar.

La Casa Blanca hizo pública el 22 de junio de 2023 una declaración conjunta, de 58 puntos, del presidente de Biden y el Primer Ministro Modi, en la cual ser refleja la profundidad de unas relaciones que, de llevarse a cabo todos los propósitos formulados, convierte a India en país de primer orden, llamado a jugar un papel importante en toda una serie de aspectos y factores de la vida internacional del presente y del futuro.

Con lo dicho en esa declaración, y con toda una serie de hechos que convergen de una u otra manera en el reconocimiento de la importancia de la India, se le considera como potencia en ascenso, por su trayectoria reciente, por la presencia de ciudadanos indios o de origen indio en posiciones estratégicas en organizaciones públicas y privadas de talla mundial, pero sobre todo por el potencial de su futuro en el mediano y largo plazos, habida cuenta de su claridad de propósitos y su capacidad de emprendimiento en numerosos asuntos de valor estratégico para el nuevo siglo.

La India de Gandhi, y sobre todo la de Jawaharlal Nehru, trataron de demostrarle al mundo, y primero que todo a los británicos, que era posible funcionar bajo parámetros democráticos, aún en las proporciones de un país descomunalmente significativo por las proporciones de su población, recién salido de una experiencia colonial que para la potencia europea representó el reto de manejar, desde una democracia, la acción de avasallamiento de todo un subcontinente.

El aparente agotamiento político, provisional, del proyecto original de Nehru, después en manos de su hija Indira Gandhi y su descendencia, abrió paso a la aclimatación de una alternativa que se aleja de los propósitos de la línea socializante del Partido Congreso Nacional Indio, para aventurarse en un proceso comprometido abiertamente con el modelo capitalista.

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