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Lun, Oct

Reunión positiva, pero sin soluciones

Editorial
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El  cara a cara entre los presidentes de China y EE.UU., Xi Jinping y Joe Biden, fue un hito importante en el deshielo que han protagonizado sus países en los últimos meses, pero ni de lejos la solución definitiva a las fricciones entre las dos potencias.

Se trató de hablar, pero de poco más, pero nadie se hace ilusiones de un cambio de estrategia en cada una de las partes.

La reunión, que tuvo lugar en los márgenes de la Apec,  en San Francisco, fue la primera en un año entre los dos líderes, tras la que mantuvieron durante unas tres horas en noviembre de 2022 en Bali, Indonesia, durante la cumbre del G20.

A pesar del optimismo posterior a la reunión, puede haber alivio relativo en algún aspecto; pero no cabe reconstrucción de la confianza mutua; ese tiempo pasó, probablemente de forma irreversible.

La guerra comercial y sanciones a empresas chinas en EE.UU., las tensiones en el Estrecho de Taiwán y el Mar de China Meridional o la creciente cercanía de China a Rusia pese a la invasión de Ucrania son algunos de los asuntos que en los últimos años han profundizado la brecha entre Pekín y Washington.

Nadie espere que esta reunión mejore las relaciones entre Estados Unidos y China, pero sí que conduzca a una mayor estabilidad en la gestión de una relación muy difícil. Se debe tener bajas expectativas sobre una reunión que tuvo  como objetivo continuar este proceso de gestionar la competencia estratégica como centro de ciertos límites.

Aunque no hubo grandes titulares ni un amigamiento inmediato, sí se cree que el encuentro servirá al menos para enviar una señal positiva a la comunidad internacional de que las dos mayores economías del mundo están tratando de aligerar tensiones.

Hay que destacó las numerosas idas y venidas de altos cargos de ambos gobiernos en los últimos meses para dialogar, algo que a diferencia de la reunión de Bali, con la relación bajo mínimos, hace que los líderes llegarán al encuentro de San Francisco con una visión realista y clara de dónde pueden y no hacer progresos.

Sobre la mesa estuvieron todos los temas que han enquistado la relación en los últimos tiempos y sobre todo Taiwán, asunto especialmente sensible para China y donde se celebrarán en enero de 2024 unas elecciones presidenciales que determinarán el rumbo de las relaciones entre ambos lados del Estrecho de Formosa; la abundancia de temas, sin embargo, contrastó con los contados acuerdos que esperan los expertos.

Biden y Xi anunciaron un acuerdo por el que China multiplicará su lucha contra la fabricación y exportación de fentanilo, uno de los temas candentes en la relación. Más complicado fue alcanzar pactos sobre Taiwán o los encontronazos en el Mar de China Meridional, donde Pekín y varios países de la región mantienen disputas territoriales, o sobre los conflictos de Ucrania y Oriente Medio, donde las dos potencias aspiran a rebajar las tensiones, pero han cerrado filas con frentes opuestos.

Con las elecciones en Taiwán a la vuelta de la esquina es fundamental que ese diálogo se parapete de forma muy sólida conjurándose ante una hipotética crisis que pudiera llegar a ser mayor que la vivida en agosto de 2022 con la visita de Nancy Pelosi a Taipéi.

Cualquier acuerdo al que se llegó o el tono que salió de la reunión será puesto a prueba en el futuro cercano, en las elecciones en Taiwán, la competencia tecnológica y eventualmente en las propias elecciones de Estados Unidos.

Y es que la cita estuvo marcada también por la cercanía de los comicios presidenciales en EEUU en 2024, en los que Biden aspira a una reelección que puede verse perjudicada por cualquier concesión que haga a Pekín.

Se sabe que la relación entre Estados Unidos y China estará llena de tensiones en 2024;  la competencia con el gigante asiático será un tema candente en la campaña y anticipa un Biden precavido para no alienar a un electorado aún muy sensible sobre los efectos de la globalización. Esta postura hará que Xi no pueda llevar a buen puerto cualquier intento de que Washington suavice o elimine las sanciones que pesan sobre empresas o particulares chinos en nombre de la seguridad nacional estadounidense.

EEUU dejó bien claro su interés en la cumbre, pero también eso no quiere decir que no vaya a seguir hostigando a China en materia tecnológica o de inversiones, de seguridad o estratégicas ya que la rivalidad con China es el eje de la política exterior de Biden:  eso no va a cambiar y Xi no va a bajar la cerviz.